En este segundo domingo de Adviento, el Papa ha reflexionado, durante el rezo del ángelus, acerca del Evangelio de hoy, el cual “nos habla de Juan Bautista, precursor de Jesús, a quien lo describe como ‘la voz del que clama en el desierto'”. “El desierto”, ha señalado Francisco, es “un lugar vacío donde no hay comunicación; y la voz, un medio de hablar, parecen dos imágenes contradictorias, pero en el Bautista se unen”.
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Así, Francisco ha explicado que Juan predica “cerca del río Jordán, cerca del punto donde su pueblo, muchos siglos antes, había entrado en la tierra prometida”. Al hacerlo, “es como si dijera: para escuchar a Dios debemos regresar al lugar donde durante cuarenta años acompañó, protegió y educó a su pueblo, en el desierto”.
A su vez, el desierto “es el lugar del silencio y de la esencialidad, donde uno no puede darse el lujo de detenerse en cosas inútiles, sino que debe concentrarse en lo indispensable para vivir”. Y esto es “un recordatorio siempre presente: para seguir el camino de la vida es necesario despojarse del ‘más’, porque vivir bien no significa llenarse de cosas inútiles, sino liberarse de lo superfluo, profundizar en sí mismo, para captar lo que es verdaderamente importante ante Dios: sólo si, a través del silencio y la oración, damos lugar a Jesús, que es la Palabra del Padre, podremos liberarnos de la contaminación de las palabras y charlas vanas”.
De esta manera, “el silencio y la sobriedad –en las palabras, en el uso de las cosas, de los medios de comunicación y de las redes sociales- no son sólo “florecitas” o virtudes, sino elementos esenciales de la vida cristiana”, ha aseverado el Papa.
¿Qué lugar tiene el silencio?
La voz, por otro lado, “es el instrumento con el que manifestamos lo que pensamos y llevamos en el corazón”. “Entendemos entonces que está muy conectado con el silencio, porque expresa lo que madura en el interior, a partir de la escucha de lo que el Espíritu sugiere. Si no sabes callar, es difícil tener algo bueno que decir; mientras que cuanto más atento es el silencio, más fuerte es la palabra”, ha explicado.
Por este motivo, el “poder profético” de la voz de Juan el Bautista “está ligado a la autenticidad de su experiencia y a la claridad de su corazón. Es un hombre de penitencia que invita a la penitencia, un testigo, cuyas palabras brotan del alma. Por eso su voz no pasa desapercibida, pero es capaz de impactar la vida de los demás y hace mucho bien. Este también puede ser el caso de nosotros y de nuestras palabras”.
Así, el Papa ha animado a preguntarse “¿qué lugar tiene el silencio en mis días? ¿Es un silencio vacío, tal vez opresivo, o un espacio de escucha, de oración, donde guardar el corazón? ¿Mi vida es sobria o está llena de cosas superfluas? Incluso si eso significa ir contra la corriente, valoramos el silencio, la sobriedad y la escucha”.