Los obispos españoles están de vuelta a casa. Y al seminario. La cumbre celebrada el martes 28 de noviembre en Roma que tuvo como anfitrión al papa Francisco trajo consigo menos sobresaltos de lo esperado, tal y como insisten los pastores participantes en la cita que han conversado con Vida Nueva. “Nadie puede decir que nos abroncaron como si se tratara de una enmienda a la totalidad, como pasó con los obispos chilenos cuando los llamaron al orden por los abusos, pero tampoco podemos decir que ni mucho menos nos fuimos de rositas ni nos pusieron como ejemplo”, señala un prelado sobre las recomendaciones entregadas por el Dicasterio para el Clero a todas y cada una de las diócesis en doce folios con el fin de que se apliquen de aquí a 2026.
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Este interlocutor episcopal, que conoce de cerca la realidad de los seminarios, confirma lo ya publicado hace una semana por esta publicación sobre esta cuenta atrás marcada por la Santa Sede: “Tenemos que acometer una reforma profunda y real en nuestro centros y nuestro plan de formación de los futuros sacerdotes”. Y subraya el término “real”. ¿El motivo? No se estaría aplicando con la diligencia y celeridad requerida la hoja de ruta para esta renovación marcada por el Papa en la ‘Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis’ firmada hace justo ahora ocho años por el entonces prefecto del Dicasterio para el Clero, el cardenal Beniamino Stella.
Así se desprendería de alguna manera del informe elaborado por los dos obispos uruguayos, Milton Luis Tróccoli y Arturo Eduardo Fajardo. El propio Dicasterio ha apreciado cómo se tradujo la guía vaticana se tradujo en la Ratio nacional ‘Formar pastores misioneros’, aprobada por el Vaticano en noviembre de 2019. De hecho, incluso se llegó a felicitar a los obispos españoles por el desarrollo de esta Ratio, que apuesta por la integralidad y unidad de la formación en un único camino discipular y misionero que incluya todas las dimensiones de la persona y las etapas de la vida.
Papel mojado
Sin embargo, los cambios recogidos en ambos documentos se habrían quedado, en su mayoría, sobre el papel, a lo que se uniría la escasa comunicación de Madrid hacia Roma para reportar los pasos dados en esta materia. Ni el Plan de Formación para los Seminarios puesto en marcha ni el recién creado Centro Nacional de Vocaciones sería suficiente para cubrir las lagunas en la estructura. “No es lo mismo entrada en vigor que aplicación, admitamos que no lo estamos haciendo bien”, reconoce otro obispo.
Este ejercicio de autocrítica pareció ser la tónica general entre los pastores durante las cinco horas que permanecieron en el aula sinodal del Vaticano. La calma que propició la meditación del predicador de la Casa Pontificia, el cardenal capuchino Raniero Cantalamessa, y la coloquialidad del diálogo con Francisco que permitió que afloraran de forma natural alguno de las preocupaciones papales con respecto al futuro clero español, se tornó en algo más tenso cuando el Pontífice abandonó la sala.
Doce folios de sugerencias
Esto es, cuando tomaron las riendas los responsables del Dicasterio para el Clero, esto es, como anfitrión, el prefecto surcoreano el surcoreano Lazzaro You Heung-Sik y, como moderador, el secretario chileno Andrés Gabriel Ferrada Moreira. Fue en ese momento cuando se desgranaron los puntos clave de esos doce folios de algo más que sugerencias. A medida que se detallaron las indicaciones, las resistencias verbales de los obispos afloraron.
Por un lado, en lo que a la reagrupación de casas de formación se refiere, echando mano, lo mismo de las diferencias lingüísticas que de la pertinencia o no de someterse a la distribución geográfica de las provincias eclesiásticas que algunos consideran obsoletas. A la vez, cuestionaron esa llamada pública de Jorge Mario Bergoglio, en la que también insistió el departamento curial, de formar comunidades de formación. De hecho, la propia Ratio española habla de conformar seminarios con no menos de 15 alumnos.