En mayo, cuando, pese a la tensión ya latente, no parecía inminente un estallido bélico en Tierra Santa, el rabino argentino Abraham Skorka fue galardonado con el doctorado ‘honoris causa’ por la Facultad de Teología de la Universidad jesuita de Trnava, en Eslovaquia. Reconocimiento del que se hacía merecedor “por su contribución al avance del diálogo judeo-cristiano e interreligioso y por promover la tolerancia en los campos de la ciencia y la educación”.
En la ceremonia, para emoción de Skorka, se leyó una carta enviada para la ocasión de uno de sus grandes amigos: Jorge Mario Bergoglio, con el que tantos momentos compartió cuando era arzobispo de Buenos Aires, incluyendo un espacio televisivo que presentaban juntos. En la misiva, el ahora papa Francisco mostraba su agradecimiento al homenajeado “por su compromiso y por haber influido positivamente, en sus 42 años de actividad pedagógica y académica, en dos generaciones de rabinos, así como de teólogos católicos y protestantes, respetando plenamente los aspectos académicos de la teología”.
A un nivel más personal, el viejo compañero de aventuras destacaba que “también yo he experimentado tu don de amistad y sabiduría, por el que doy gracias al Señor”. Presentado entonces por él como “símbolo de un nuevo capítulo de la historia, que nuestro mundo necesita desesperadamente”, estremece leer esto unos meses después, cuando Tierra Santa se tiñe con la sangre de decenas de miles de víctimas.
Desde el atentado terrorista de Hamás contra Israel, el 7 de octubre, una espiral de odio y violencia se ha adueñado no solo de Gaza, sino del conjunto de la región en la que nació, murió y resucitó Jesús de Nazaret. De ahí que la mirada se pose en mayo de 2014, cuando, solo un año después de su elección papal, Francisco pisó Jerusalén y oró en el Muro de las Lamentaciones. Lo hizo junto a Omar Abboud, uno de los grandes dirigentes de la comunidad musulmana argentina, y, cómo no, el rabino Skorka. El clamor por la “paz” parece extinguirse una década después. Aunque el amigo del Papa mantiene la esperanza.
PREGUNTA.- A nivel personal y de fe, ¿cómo está viviendo todo lo que está ocurriendo en Tierra Santa desde el ataque de Hamás a Israel y la contundente respuesta del Gobierno de Netanyahu en Gaza?
RESPUESTA.- Me siento absolutamente devastado. Las abyectas atrocidades cometidas por Hamás el 7 de octubre me conectaron con las ignominiosas acciones cometidas contra los judíos en el pogromo de Kishinev (Chisináu) durante el 6 y 7 de abril de 1903, y descritas por Jaim Najman Bialik en su poema ‘La ciudad de la matanza’. Sabía de su salvajismo, pero nunca me imaginé que podía llegar a tanto. Era lógico que Israel respondiera militarmente a la matanza y a los 5.000 cohetes que cayeron desde Gaza a su territorio. Me duele el dolor y el sufrimiento del pueblo palestino. Su drama es manipulado por intereses e ideologías funestas. Requieren de una real y sincera ayuda internacional.
P.- ¿Ha podido hablar con el Papa estas semanas sobre la evolución del conflicto y de posibles alternativas para buscar la paz?
R.- Estuve en contacto con el Papa, mediante correos electrónicos, desde el inicio mismo de la guerra. Me escribió que se halla en contacto con las partes en conflicto y que trabaja en pos de la paz. Después del encuentro con los familiares de los secuestrados en Gaza y palestinos cuyos parientes se hallan encarcelados en Israel, me escribió: “Todo esto es muy doloroso. ¡Cuántos inocentes, de una y otra parte, pagan caro!”. Este es el sentimiento que embarga al Papa.
P.- ¿Cómo valora el comunicado de los rabinos de Italia, donde se acusa al Papa de “gélida equidistancia” y de haber roto “décadas de diálogo”? ¿Por qué cree que en algunos ámbitos judíos no se han entendido algunos gestos de Francisco a la hora de mediar por la paz en Tierra Santa?
R.- Antes de emitir un análisis acerca de este tema, debemos tener presente que todas las declaraciones y gestos se han realizado en un tiempo de guerra en el que las sensibilidades se encuentran en un nivel muy alto. Las críticas se refieren a la falta de una condena más explícita a la acción de Hamás, quien comenzó este conflicto con el asesinato de más de mil civiles y un intenso bombardeo sobre territorio israelí. La segunda crítica es haber considerado la reacción militar israelí como “terrorista”, por su vehemencia excesiva.
Entiendo que Francisco trató por todos los medios de frenar la guerra. Bregó por la vida de muchos, con aciertos y con errores. De ahí a concluir que “ha roto décadas de diálogo” es adoptar un reduccionismo absurdo y haber abandonado la memoria de aquello que acaeció durante dichas décadas.
El Papa siempre se pronunció defendiendo el derecho a la existencia del Estado de Israel. Fue el primer Pontífice en rendirle un homenaje a Teodoro Herzl, el creador del sionismo político, al visitar su tumba en Jerusalén. Me dio una respuesta comprometida cuando requerí su ayuda por un grave caso de antisemitismo, hecho que jamás olvidaré.
P.- ¿Cree que veremos en un futuro más o menos próximo consolidarse la propuesta vaticana de paz, que apuesta por los dos Estados como el único modo de acabar con el conflicto más enquistado y complejo de nuestro tiempo?
R.- No soy experto en política, pero, desde el sentido común, no veo otra salida posible que la de dos Estados. Cabe destacar que, en muchos momentos, después de la Guerra de los Seis Días, miles de palestinos trabajaron en territorio israelí, demostrando que una convivencia pacífica es posible. Esperemos que israelíes y palestinos puedan comenzar a hollar prontamente una senda de entendimiento.
P.- ¿Qué rasgos ve del Bergoglio que conoció en Buenos Aires y que se reflejen en la persona que pasará a la Historia universal como el papa Francisco? ¿Hay algo de su pontificado en lo que le haya sorprendido?
R.- Es el mismo que conocí en Buenos Aires. El amigo fiel, el hombre coherente con sus ideas y pensamientos, y al que le gustan las bromas mordaces, que nos hacen reír a los dos cuando nos juntamos. Es el hombre que quiere purificar a su Iglesia y traer un poco de sosiego y paz a un mundo confundido.