Las madres solteras pueden comulgar. Así lo ha aclarado este 14 de noviembre el Dicasterio para la Doctrina de la Fe a través de la respuesta de su prefecto, Victor Manuel “Tucho” Fernández, a Ramón Alfredo de la Cruz Baldera, obispo de San Francisco de Macorís (República Dominicana). Y es que, el pasado 24 de octubre, Fernández recibía un email del prelado en el que “expresaba su preocupación por el comportamiento de algunas madres solteras que ‘se abstienen de comulgar por temor al rigorismo del clero y de los dirigentes comunitarios'”.
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Además, tal como subraya el cardenal en su respuesta, “varias cartas de laicos recibidas por el Santo Padre vuelven sobre el mismo tema. Se advierte que en algunos países tanto los sacerdotes como algunos laicos, de hecho, impiden a las madres que han tenido un hijo fuera del matrimonio acceder a los sacramentos e incluso bautizar a sus hijos”.
“Recientemente, el Santo Padre nos recordaba que ‘la Eucaristía es la respuesta de Dios al hambre más profunda del corazón humano, al hambre de vida verdadera: en ella Cristo mismo está verdaderamente entre nosotros para alimentarnos, consolarnos y sostenernos en nuestro camino'”, señala Fernández. Por ello, “a las mujeres que, en esa situación, han optado por la vida y llevan una existencia muy compleja a causa de esa opción, se las debe alentar a acceder a la fuerza sanadora y consoladora de los Sacramentos”.
Comprender y consolar
Asimismo, el prefecto del Dicasterio recuerda que “el caso concreto de las madres solteras y las dificultades para acceder, ellas o sus hijos, a los sacramentos fue denunciada ya por el Santo Padre cuando era cardenal de Buenos Aires”. Y, en este sentido, “se debe trabajar pastoralmente en la iglesia local para hacer comprender que el hecho de ser madre soltera no impide el acceso a la Eucaristía”. “Como el resto de los cristianos, la confesión sacramental de los pecados cometidos les permite acercarse a comulgar”, subraya, y anima a la comunidad eclesial a “valorar, además, que son mujeres que acogieron y defendieron el don de la vida que llevaban en sus entrañas y que luchan, cada día, por sacar sus hijos adelante”.
De hecho, Fernández va más allá e, incluso, habla de aquellas que acceden al ejercicio de la prostitución: “ciertamente hay ‘situaciones difíciles’ que es necesario discernir y acompañar pastoralmente. Puede ocurrir que alguna de estas madres, dada la fragilidad de su situación, algunas veces recurra a vender su cuerpo para sostener su familia. La comunidad cristiana esta llamada a hacer todo lo posible para ayudarle a evitar este gravísimo riesgo, más que juzgarla duramente”.
“A menudo, cuando se comenta el episodio bíblico de la mujer adúltera (Jn 8, 1-11)”, continúa Fernández, “se remarca la frase final: ‘no peques más’. Ciertamente, Jesús invita siempre a cambiar de vida, a responder más fielmente a la voluntad de Dios, a vivir con mayor dignidad. Sin embargo, esa frase no constituye el mensaje central de esta perícopa evangélica, que es sencillamente la invitación a reconocer que nadie puede arrojar la primera piedra”. Por eso, subraya, “el papa Francisco, refiriéndose a las madres que deben criar solas a sus hijos recuerda que ‘en las difíciles situaciones que viven las personas más necesitadas, la Iglesia debe tener un especial cuidado para comprender, consolar, integrar, evitando imponerles una serie de normas como si fueran una roca, con lo cual se consigue el efecto de hacerlas sentir juzgadas y abandonadas precisamente por esa Madre que está llamada a acercarles la misericordia de Dios'”.