El nuevo arzobispo de Santiago de Chile tomó posesión
En la Iglesia Catedral de Santiago, colmada de fieles, tuvo lugar la celebración eucarística de toma de posesión del nuevo arzobispo, Fernando Chomalí Garib. El Ministro Secretario General de la Presidencia, Álvaro Elizalde; la Alcaldesa de Santiago, Irací Hassler; el Rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Ignacio Sánchez; eran algunas autoridades civiles presentes, junto a arzobispos y obispos de iglesias ortodoxas y cristianas reformadas. Además, el nuncio apostólico Alberto Ortega Martín, varios obispos del país y decenas de sacerdotes.
Antes del inicio de la celebración, un emocionado Fernando Chomalí realizó su profesión de fe y juramento de fidelidad, para iniciar luego su procesión de entrada, bendiciendo y saludando a la asamblea. El vicario general, Alberto Lorenzelli, mostró y proclamó la Bula Papal con el nombramiento y el cardenal Celestino Aós, ahora arzobispo emérito, le entregó el báculo. El 14° arzobispo de Santiago se sentó por primera vez en la sede, mientras los asistentes lo recibieron con un aplauso.
En su homilía, Chomalí dijo que optó por improvisarla a fin de expresar lo que sentía en su corazón. Confesó que aceptó sin dudar esta designación por obediencia y recordó una expresión del papa Benedicto: ‘hemos sido creados para la grandeza y no para la comodidad’. “Me resultaba más fácil decir que no, pero no corresponde. Todos estamos llamados a la grandeza y espero contribuir poniendo todo lo que el Señor me ha regalado al servicio de ustedes”, dijo el arzobispo.
Agregó que ha recibido muchos consejos, que los ha escrito y guardado todos. “Me preocupan, dijo, los ‘habriaqueistas’, los que le dicen ‘habría qué…’. A ellos les pido por favor que me digan lo que vamos a hacer porque todos construimos la Iglesia y de todos esperamos sus aportes”.
También contó que recibió de regalo una almohada pequeña con una carta de tres señoras que le decían que es para cuando rece “porque lo que más necesitamos es oración, decía la carta. Es verdad, porque solo así podremos superar la superficialidad para enfrentar los problemas y entrar en el misterio de Dios. Estoy convencido de que quien no reza, no tiene nada que decirle al mundo. Pretendo, junto al presbiterio, ejercer un ministerio relevante y significativo, que solo será posible si está enraizado en la oración. Debemos ser una comunidad orante; de lo contrario, desapareceremos como iglesia. Podremos hacer buenas acciones o proveer servicios religiosos, pero no seremos una iglesia orante, el cuerpo de Cristo”.
Señaló también que la Iglesia tiene la responsabilidad de orientar con sus valores la construcción de una sociedad justa, con paz fundada en la justicia y en el respeto a la dignidad de toda persona. “Promovemos una ética personal como fuente de cambio, la justicia social como motor de prosperidad y la paz social como resultado de una sociedad justa, donde nadie quede excluido. Promovemos el bien común no como la suma de bienes individuales, sino desde el convencimiento de compartir una humanidad común y de respetarnos mutuamente. Antes de ser católico o judío, antes de ser israelí o palestino, antes de ser ruso o ucraniano, somos seres humanos, y frente a un ser humano, debemos arrodillarnos, pues ahí está la impronta de Dios, creados a su imagen y semejanza”, declaró el nuevo arzobispo de Santiago.
Al término de la Misa un cálido y prolongado aplauso acompañó al arzobispo en su recorrido por el templo, mientras bendecía y saludaba a los asistentes.