Hace justo un año, el misionero claretiano Fernando Prado tomaba las riendas de la diócesis de San Sebastián. Doce meses después del regreso a Donosti, su tierra natal, analiza para ‘Vida Nueva’ los retos y desafíos a los que se enfrenta este pastor periodista.
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PREGUNTA.- Un año como obispo, ¿doce meses de reconocimiento del terreno, de toma de decisiones, de aprendizaje episcopal?
RESPUESTA.- Ha sido un año de aterrizaje. Todavía estoy en ese proceso para conocer a fondo la realidad de la diócesis y de esta tierra. Estoy satisfecho porque la gente me ha acogido muy bien. Además, tenían ganas de tener obispo porque vivieron una interinidad de casi un año. Hemos hecho algunos cambios y todavía queda por hacer alguno más, pero no hay prisa.
P.- ¿La mitra pesa demasiado o empodera?
R.- La responsabilidad siempre es un peso. Aun así, me siento muy bien acompañado con un equipo muy comprometido que colabora en todas las áreas de la diócesis, desde el gobierno a la pastoral cotidiana. Eso hace que ese peso sea menor.
P.- En algún momento ha pensado: “¡En qué lío me he metido! No tenía que haber salido de mi comunidad claretiana de Madrid…”.
R.- Todavía no, no me ha dado tiempo a pensar en nostalgias del pasado, porque estoy muy metido en la harina del presente y proyectando en el futuro. Voy adelante con ilusión, con ganas y tratando de hacer las cosas lo mejor que sé y lo mejor que puedo.
P.- En este tiempo de rastreo, ¿cuál es la mayor urgencia que ve en la Iglesia de San Sebastián?
R.- La Iglesia de San Sebastián es una Iglesia muy viva, pero como sucede en todas las Iglesias de España, está envejeciendo y eso se nota en los líderes y en las bases de las comunidades cristianas, sean sacerdotes, religiosos o laicos. Hay mucha fidelidad, los que son, son. Las fuerzas son más débiles, pero no por eso me he encontrado con menos ilusión. Hay que admitir que cuesta encontrar ese relevo, por lo que el principal desafío es promover una evangelización que pase por la transmisión de la fe a las generaciones más jóvenes. En paralelo, también nos estamos reorganizando para pasar de las parroquias con un sacerdote al frente a comunidades corresponsables con su vida y misión. Esto conlleva también una reconfiguración de los ministerios dentro de la Iglesia.
P.- ¿Eso podría interpretarse como una sinodalidad “porque no queda más remedio”?
R.- La sinodalidad no es nueva en la Iglesia de San Sebastián. Aquí se ha vivido desde hace décadas y, ahora, lo que corroboramos es que no hay otro camino que la sinodalidad. La necesidad, en ocasiones, nos lleva a tomar decisiones. No se trata de hacer de la necesidad virtud, pero sí nos invita a crear nuevos estilos.
P.- ¿Qué se lleva con el euskera?
R.- Después de más de 20 años sin hablarlo ni practicarlo, me defiendo bastante bien. Me manejo.
P.- ¿Y la inculturación en una tierra compleja en materia sociopolítica?
R.- Conozco bien mi tierra. Aunque la sociedad ha cambiado mucho en el tiempo que he venido de manera intermitente, no me he desconectado. Estamos en un tiempo de oportunidades, después de haber superado la etapa de la violencia. Si bien quedan resquemores del pasado, la sociedad ha apostado por un futuro en paz, por un futuro mejor. Eso no quita que haya diferencias y conflictos ideológicos.
P.- ¿La Iglesia ha aprendido a ser herramienta de reconciliación en el seno del pueblo vasco?
R.- La Iglesia siempre ha impulsado los procesos de paz en esta tierra, desde el marco de la Doctrina Social de la Iglesia, que pasa necesariamente por la reconciliación. Seguimos siendo artífices de paz en nuestra sociedad. Si algo puede aportar nuestra fe en medio de un contexto tan convulso y polarizado, es comprometernos a tener puentes en lugar de muros, poner el foco en aquello que nos une en lugar de lo que nos separa.
P.- ¿Se identifica, por tanto, con el documento de la Asamblea Plenaria que da un paso atrás en la actual batalla política?
R.- Por supuesto. En esto hemos sido unánimes los obispos: nos preocupa el enfrentamiento que hay en la sociedad y nosotros apostamos por la esperanza. La Iglesia tiene que ayudar a despolarizar esta sociedad.
P.- Hay católicos que piensan que esta opción es una “equidistancia blandengue”…
R.- Cada uno es libre de pensar como le parezca. Yo duermo con la conciencia tranquila porque estoy viviendo el Evangelio y llamando a vivir el Evangelio como hay que vivirlo. No podemos andar por ahí predicando el amor y, a la vez, se factor de división y alimentando polémicas. Tenemos que vivir el Evangelio evangélicamente, ser pacíficos pacíficamente.
P.- Su toma de posesión coincidió con el cumpleaños de Francisco. El Papa llega a los 87 con altibajos en su salud, pero sin planteamiento alguno de renuncia. ¿Cómo le ve?
R.- Le veo como un hombre de Dios, un pastor venerable con muchos años. A pesar de los achaques físicos propios de la edad, tiene un espíritu muy vivo, una cabeza muy lúcida y un espíritu que es contagioso. Tiene mucho que seguir aportando, tanto a la Iglesia como al mundo. Se ha convertido en una referencia para toda la humanidad.
P.- ¿Cómo vivió la cumbre vaticana sobre los seminarios?
R.- A todos nos sorprendió un poco que nos hicieran ir a Roma para algo que nos podían haber comunicado en Madrid. Sin embargo, el Papa tenía un interés especial por vernos y tuvimos un encuentro con él maravilloso que fe un tú a tú de preguntas y respuestas, donde volvió a demostrar su sabiduría, su agilidad, su sencillez y su conocimiento de la realidad española. Nos hizo hincapié en cómo tiene que ser un sacerdote en el mundo de hoy. Tras la reunión con él, los responsables del Dicasterio para el Clero nos dieron una indicaciones para trabajar con intensidad, porque se nos invita a tomar decisiones próximamente para organizar los seminarios de nuestro país.
P.- Una reforma en fondo y forma, ¿no es así?
R.- Tenemos que atenernos a la Ratio de formación aprobada en Roma y que se desarrolló en España. Visto que tenemos pocos seminarios y muchos seminaristas, hemos de valorar la manera en que nos podemos unir para que los candidatos reciban la mejor formación posible y que podamos contar con los mejores formadores.
P.- ¿Cómo sueña Fernando Prado que tiene que ser el cura donostiarra del mañana?
R.- Un sacerdote que sea un hombre de Dios y que esté muy cerca de la gente, acompañando la vida de las personas, tratando de hacer el bien, tratando de servir a las sociedad e irradiando el Evangelio desde su ministerio y el servicio a los demás.