“Somos el ‘Pepito Grillo’ que hace que a la Iglesia no se le olvide lo que pasa en el mundo, que lo ame y lo quiera”, destaca la presidenta del movimiento
Leticia Panedas es la presidenta Profesionales Cristianos, un movimiento que en España surge en torno a 1992 a partir de un grupo de jóvenes profesionales que previamente había formado parte de la JEC (Juventud Estudiante Católica) durante sus años de universidad. Como todos grupos de la Acción Católica buscan vivir las exigencias de la vida cristiana también en su vida laboral. En estos años la identidad se ha configurado en torno a la evangelización del medio profesional, espiritualidad basada en el evangelio y la lectura creyente de la realidad, pertenencia a la iglesia diocesana y universal, opción preferencia por los pobres, metodología de revisión de vida…
La presidenta comparte con Vida Nueva algunos de los restos actuales de la organización.
PREGUNTA- ¿Cuál es el perfil de los profesionales cristianos? ¿y de quienes forman parte de la organización?
RESPUESTA- El movimiento lo conformamos militantes de 9 diócesis. Somos una comunidad, por suerte, muy heterogénea. Muchos pertenecemos al mundo de la educación –tanto del sector público como concertado– y atendemos en las distintas etapas educativos (enseñanza infantil y primaria, secundaria y universidad). Otros tantos están en el sector sanitario, también en la administración pública, en servicios sociales, periodismo y en la empresa privada. Somos también plurales en cuanto a la edad y proceso. Hay personas que recién acaban de terminar su etapa laboral y quienes se acaban de incorporar al mundo profesional. Hay quien viene de procesos juveniles de Acción Católica (JEC) y quienes se encuentran con el movimiento a través de un compañero o compañera que le invita a compartir una de las grandes riquezas que tiene.
P.- Tras la asamblea de inicio de curso, ¿cuáles son los objetivos?
R.- En este curso queremos profundizar en la espiritualidad. Queremos ser hombres y mujeres albergados por el espíritu. No tanto para sentirnos a gusto, que también. Es para convertirnos en fraternidad y “destilar” en nuestros ambientes profesionales el cuidado que ya nos llega a través del Padre y la comunidad.
Para ello confiamos enormemente en una de las herramientas que es seña de identidad de la Acción Católica: La lectura Creyente de la realidad. En experiencias personales y profesionales que vivimos en nuestro día a día, entreleemos la presencia de Dios. Ese encuentro no nos queda indiferentes y nos llama a movernos. No podemos evitarlo. Nos lleva a implicarnos en el grupo de mediadores de nuestro instituto, a atender con una dosis extra de paciencia y profunda escucha al parado de largo duración que llega a la oficina del SEPE, lo que lleva a una médico jubilada integrarse al comité de bioética de su región o a una trabajadora social a involucrarse de manera activa en las luchas de los trabajadores y trabajadoras de su empresa de inserción.
P.- En sintonía con el camino que va haciendo la Acción Católica, ¿cuál es la aportación de los profesionales?
R.- El pasado fin de semana nos encontramos los equipos de responsables de los movimientos de Acción Católica Española. Fue una gran riqueza encontrarnos con movimientos hermanos, tanto adultos como juveniles. En este contexto de ser Iglesia en salida, yo creo que el carisma de profesionales cristianos es claro. Nuestra tarea, a la que la Iglesia nos ha llamado, es llevar al mundo de la cultura y la profesión la Buena Noticia. Llevar ternura, justicia, cambio y bien común. Por otro lado, nuestra tarea es también llevar a la Iglesia las alegrías y tristezas del mundo profesional. Solo así la Iglesia puede estar cerca de quien más lo necesita.
P.- En los tiempos que corren, ¿es posible hacer del espacio profesional, lugar teológico?
R.- Es como lo de “otro mundo”. Es posible y necesario. Recorrer ese camino ya nos da vida.
La crisis sanitaria, hace ya unos años, nos descubrió –a muchas personas por primera vez– como interdependientes. Puso ante nuestros ojos que lo que hiciéramos afectaba a otras personas; de la misma manera que lo que hiciéramos les afectaba a ellas. La crisis energética y ambiental nos ha traído que lo que hagamos, tanto en nuestro día a día, como en nuestra profesión no es para nada neutral. Construye un tipo de sociedad y relaciones con el entorno.
En profesionales cristianos, sabiéndonos interdependientes, queremos construir una sociedad que hable de Dios; que hable de ternura, de cuidado… aunque a veces eso también pasa por dar un golpe sobre la mesa.
P.- En medio de la asamblea sinodal, ¿qué puede aportar Profesionales Cristianos a la vida de la vida de la Iglesia universal y a las diócesis?
R.- En la Acción Católica Española tenemos experiencia profunda de Iglesia sinodal. Nos queremos y necesitamos sabiéndonos diferentes, porque solo así podremos llegar a más personas. Necesitamos los distintos carismas específicos que tenemos (la apuesta por el mundo rural, por el de la discapacidad, la clase obrera y el mundo de la cultura) y también de quienes trabajan desde los espacios parroquiales. Ninguno es prescindible.
En la Acción Católica también nos caracterizamos por ser laicado formado y comprometido. No es raro que en las diócesis haya delegados que pertenezcan a alguno de los movimientos.
Estamos en la realidad de lo que pasa en la sociedad civil. Somos el “Pepito Grillo” que hace que a la Iglesia no se le olvide lo que pasa en el mundo, que lo ame y lo quiera.
Desde profesionales podemos hablar de la precariedad a la que se enfrenta el colectivo juvenil, del sinsentido y vacío que viven muchas personas en el desempeño de su profesión, de que hay maneras de desarrollar nuestra profesión que hablan de la ternura de Dios– desde ahí hacemos nuestro primer Anuncio.
P.- La organización tiene para el trienio 2023-2025 el lema “De la vulnerabilidad a la ciudadanía”. ¿Qué propuestas implica este proceso?
R.- Cuando el curso pasado diseñamos el trienio aún no éramos plenamente conscientes del gran tesoro que encerraba. Está siendo un proceso muy enriquecedor.
El curso pasado hicimos conscientes nuestras propias vulnerabilidades. Nos descubrimos personas frágiles y amadas por Dios. También analizamos las situaciones y decisiones que, sí siendo evitables, vulneran a otras personas: procesos de consumo y producción, atención al alumnado con necesidades específicas, atención al paciente, toma de decisiones en los consejos, etc.
Este curso queremos recordar –pasar por el corazón– nuestra raíz, nuestra espiritualidad. Para así ya de un modo especial en el tercer curso llevar ese cuidado de Dios a nuestros entornos profesionales. No desde una aparente ideología, sino desde una profunda experiencia de Dios.