“En la terraza solían salir los niños a jugar en el momento del recreo”, rememora Millán Arroyo
“En la terraza donde cayó el coche el día del atentado solían salir los niños a jugar en el momento del recreo. Ese día tenían vacaciones, y menos mal ¿Qué hubiese pasado si hubieran estado allí?”. Así relata la mañana del atentado contra Carrero Blanco el jesuita Millán Arroyo, de 93 años, residente en Zaragoza, único jesuita vivo de la comunidad de Maldonado que estuvo allí presente el 20 de diciembre de 1973. El centro era la Escolanía Mater Amabilis que participó en el funeral de Carrero Blanco.
Desde octubre de 1972 hasta junio de 1973 Millán tuvo una relativa relación con el presidente: “He predicado en misas con Carrero en primera fila, y es cierto que yo cuidaba cómo iba a dar la homilía porque tenía delante al presidente del Gobierno de España”.
Arroyo recuerda muy bien aquel día. Fue en la mañana del 20 de diciembre cuando, sobre las 9, cuando salía este jesuita de Comillas para ir a Maldonado. Iba en coche, de camino, escuchando la radio, pero la emisión se paró y empezó a sonar música clásica y Millán se preguntó “pero ¿qué ha pasado aquí?”. Y, al cabo de unos minutos, “se oye una voz que dice que hubo una explosión en el Barrio de Salamanca” detalla Millán. En ese momento, el profesor jesuita se preguntaba si sería la caldera del edificio de Maldonado, que se ubica en el barrio donde había sucedido el atentado, la que habría explotado: “Allí hay una maquinaria enorme, que yo la conocía, donde estaba toda la calefacción que alimentaba el subsuelo de la iglesia y esa fue la primera idea que yo tuve” añade.
Aparcó su coche y fue a pie hacia la entrada, pero no le dejaban entrar porque estaba prohibido. Se acercó a un policía que estaba allí y le dijo: “Mire usted, yo soy un jesuita que vive aquí y tengo que llegar”, le sacó hasta el carnet donde ponía Maldonado 1 para que le dejaran pasar. En ese momento se acercó más y apreció en el asfalto un socavón enorme “esto fue a las 10:15 horas, cuando ya había ocurrido el atentado, pero es que nadie sabía realmente qué había pasado” dice.
Hay otro hecho curioso que un compañero suyo le contó. Cuando el coche alcanzó la cuarta planta, otros jesuitas estaban desayunando “uno me contó que mientras tomaba su café, un trozo de piedra o cristal cayó en su tazón” narra Millán quien considera que realmente “tuvieron lugar un conjunto de circunstancias que hicieron casi increíble la perfección con que el atentado se realizó”.