El Aula de las Bendiciones del Palacio Apostólico del Vaticano fue el escenario esta mañana para la felicitación navideña del Papa Francisco a la Curia. Un encuentro anual que viene acompañado de un discurso en el que el Pontífice argentino suele dar algún que otro recado a los trabajadores de la Santa Sede.
En esta ocasión, el Sucesor de Pedro ha concentrado sus dardos en el inmovilismo que en tantas ocasiones ha cuestionado tanto en Roma como en la Iglesia universal. “Los miedos, las rigideces y la repetición de esquemas generan inmovilidad, que tiene la aparente ventaja de no crear problemas ―quieta non movere―, nos llevan a vagar ociosamente en nuestros laberintos, perjudicando el servicio que estamos llamados a ofrecer a la Iglesia y al mundo entero”, expuso. Francisco invitó a los curiales a “en camino, no dejar de buscar y profundizar en la verdad, superando la tentación de permanecer paralizados y de ‘laberintear’ dentro de nuestros cercados y temores”.
“Permanezcamos vigilantes contra el fijismo de la ideología que, a menudo, bajo la apariencia de buenas intenciones, nos separa de la realidad y nos impide caminar”, insistió Francisco. Más adelante, volvería a conjugar ese verbo que incorporó esta mañana a su particular diccionario: laberintear.
“Cuando el servicio que realizamos corre el riesgo de aplanarse -expresó el Papa-, de ‘laberintear’ en la rigidez o en la mediocridad, cuando nos encontramos enmarañados en las redes de la burocracia y del ‘salir del paso’, acordémonos de mirar hacia lo alto, de recomenzar desde Dios, de dejarnos iluminar por su Palabra, de encontrar siempre el valor para volver a empezar”. “De los laberintos se puede salir sólo ‘desde arriba’”, remarcó.
A partir de ahí, lanzó una advertencia vinculada al aterrizaje del Vaticano II: “Sesenta años después del Concilio, seguimos debatiendo sobre la división entre ‘progresistas’ y ‘conservadores’, mientras que la diferencia central está entre ‘enamorados’ y ‘acostumbrados’”. “Esta es la diferencia, y sólo caminan los que aman”, sentenció.
Jorge Mario Bergoglio subrayó la necesidad de acoger al Dios que nace en Navidad “especialmente en un tiempo todavía marcado tristemente por la violencia de la guerra, los riesgos tremendos a los que estamos expuestos debido al cambio climático, la pobreza, el sufrimiento, el hambre y otras heridas que habitan nuestra historia”.
No se olvidó Francisco de retomar una de sus críticas constantes a lo largo de este pontificado a la Iglesia, en general, y a la Curia, en particular. “A veces, inclusive cuando nos comunicamos entre nosotros, corremos el riesgo de ser como lobos rapaces”, compartió el Papa, que lamentó que “intentamos devorar las palabras del otro, sin escucharlo realmente, e inmediatamente vertemos sobre él nuestras impresiones y nuestros juicios”.
Por ello, invitó a los trabajadores del Vaticano a “aprender el arte de escuchar” con “el corazón y de rodillas”. “Escuchémonos más, sin prejuicios, con apertura y sinceridad; con el corazón, de rodillas”, insistió Jorge Mario Bergoglio. Para el Papa, esta “escucha recíproca nos ayuda a vivir el discernimiento como método de nuestro actuar”. En esta misma línea, apuntó que “el discernimiento debe ayudarnos, también en el trabajo de la Curia, a ser dóciles al Espíritu Santo, a ser capaces de elegir orientaciones y tomar decisiones no según criterios mundanos, o simplemente aplicando reglamentos, sino según el Evangelio”.