Algo cambió en Ana Mari en el confesionario. “Me estaba confesando con un sacerdote y le hablé de mi identidad sexual y mi relación con Juani. Cuando acabamos, salimos y me abrazó”. Así lo relata en primera persona, sin olvidar las palabras que le repitió en varias ocasiones este Padre (en mayúsculas): “Y no olvides que Dios te ama”.
“Te vas a encontrar con mucha incomprensión dentro de la Iglesia, pero no olvides jamás que Dios te ama”, recuerda que le dijo este cura. Esta conversación le ha permitido “sobrellevar la postura de la Iglesia jerárquica, aunque con el cuestionamiento lógico de una persona que no se siente plenamente integrada y que no entiende cómo nuestra religión, que se basa en el amor, me hace ocultarme, ir a misa con Juani de forma casi clandestina, sin poder manifestar nuestro amor, cuando somos un matrimonio como otro cualquiera…”.
De la clandestinidad a la visibilidad. De la irregularidad a la regularidad. Es lo que la Declaración ‘Fiducia supplicans’, por la que el Dicasterio para la Doctrina de la Fe –con sello papal– autoriza las bendiciones a parejas del mismo sexo, ha traído a la vida de esta pareja. Tras dos años de relación, se casaron en 2020… por lo civil. Pero también hicieron una celebración junto a su familia en la fe de Crismhom –la comunidad cristiana ecuménica LGTBI+H de Madrid–.
“El paso de las bendiciones está muy bien, es un paso enorme, pero si se bendicen animales, barcos… ¿cómo no se va a bendecir a dos personas que se aman?”, se pregunta Juani. Sin embargo, recalca que “estas bendiciones ya las hacíamos de forma clandestina, sin nombrar a los curas que lo hacían, claro”. De hecho, “aunque nuestro matrimonio fue civil, para nosotras vale mucho más la celebración que hicimos con nuestros sacerdotes”, sentencia Juani, que pide más pasos a su Iglesia: “Lo que queremos es una Iglesia de iguales y en la que no se discrimine a nadie por ser heterosexual u homosexual”.
Ellas viven ahora el proceso sinodal con esperanza: “Esperemos que se paren a cuestionarse y se den cuenta de que no tenemos actitudes desordenadas”. Y también viven con ilusión el pontificado de Francisco. “Es una pena que nuestro Papa no tenga 50 años…”, remarca Ana Mari.