El pontífice recuerda a “quienes sufren y mueren por dar testimonio de Jesús, como también hay quienes son penalizados a diversos niveles por comportarse de forma coherente con el Evangelio” e invita a rezar por las comunidades de Yemen, Gaza y Ucrania
El papa Francisco ha mantenido la costumbre de rezar el ángelus con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro con motivo de la celebración, este 26 de diciembre, de san Esteban, protomártir cristiano y día festivo en Italia. El pontífice se ha querido mostrar especialmente cercano a las comunidades que sufren, citando en concreto a Yemen, Gaza y Ucrania reclamando que “la gente quiere la paz” e invitando a rezar por esta intención. También recordó que se cumplen 800 años del primer belén organizado por san Francisco de Asís por lo que invitó a contemplar este misterio.
Francisco en su reflexión se hizo eco del relato que se san Esteban hacen los Hechos de los Apóstoles “que lo describen como un hombre de buena reputación, que servía en los comedores y administraba la caridad”. Para el Papa con “esta integridad generosa, no puede dejar de dar testimonio de lo que le es más preciado: su fe en Jesús, lo que provoca la ira de sus adversarios, que lo matan apedreándolo sin piedad” ante el joven Saulo, “perseguidor de los cristianos”.
Por ello, propuso el Papa: “Pensemos un momento en esta escena: Saulo y Esteban, el perseguidor y el perseguido.Entre ellos parece haber un muro impenetrable, tan duro como el fundamentalismo del joven fariseo y como las piedras arrojadas al condenado a muerte. Sin embargo, más allá de las apariencias, hay algo más fuerte que los une: a través del testimonio de Esteban, de hecho, el Señor ya está preparando en el corazón de Saulo, sin que él lo sepa, la conversión que lo llevará a ser el gran apóstol Pablo”.
“Esteban, su servicio, su oración y la fe que proclama, especialmente su perdón a punto de morir, no son en vano. Parecen terminar en la nada, pero en realidad su sacrificio siembra una semilla que, a contracorriente de las piedras, se planta, de manera oculta, en el pecho de su peor rival, para transformar su corazón de piedra en un corazón de carne”, recalcó Francisco.
No obstante, denunció el Papa, “hoy, dos mil años después, vemos tristemente que la persecución continúa: sigue habiendo –y son muchos– quienes sufren y mueren por dar testimonio de Jesús, como también hay quienes son penalizados a diversos niveles por comportarse de forma coherente con el Evangelio, y quienes luchan cada día por mantenerse fieles, sin aspavientos, a sus buenos deberes, mientras el mundo se ríe de ellos y predica otra cosa”.
Ante esta entrega que puede parecer un fracaso, insistió Bergoglio, “ahora como entonces, la semilla de sus sacrificios, que parecía morir, brota y da fruto, porque Dios, a través de ellos, sigue obrando maravillas, para cambiar los corazones y salvar a los hombres”. Por ello invitó a rezar por los perseguidos y los mártires de este tiempo a la vez que hizo un llamamiento a la coherencia de los cristianos. “María, Reina de los mártires, ayúdanos a dar testimonio de Jesús”, concluyó.