En medio de las celebraciones navideñas el papa Francisco no ha faltado a su cita semanal de los miércoles en el Aula Pablo VI para la audiencia general. El pontífice ha iniciado un nuevo ciclo de catequesis dedicadas a los vicios y las virtudes siendo la de hoy la introducción de las reflexiones que continuarán en las próximas semanas. Además, el Papa ha aprovechado para desear a los fieles presentes “que el Niño de Belén os dé su luz a todos, para que inspiréis con el Evangelio vuestras acciones cotidianas en el nuevo año”. Francisco también recordó que “no olvidemos rezar por todos los que sufren las terribles consecuencias de la violencia y la guerra, especialmente por la atormentada Ucrania y los pueblos de Palestina e Israel”.
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Saber discernir
“Como punto de partida nos situamos en el libro del Génesis, donde se presenta, de diversas maneras, la dinámica del mal y la tentación”, señaló el Papa en su resumen en español aludiendo al relato de Adán y Eva donde “Dios quiere preservar a la humanidad de la presunción de omnipotencia, de querer ser como dioses. En cambio, ellos sucumben a la tentación, no reconocen sus propios límites, la soberbia entra en sus corazones y rompen la armonía con Dios, siendo el mismo mal su castigo”.
El Papa ha profundizado en este relato con el que “la Biblia nos enseña que no hay que detenerse a dialogar con el diablo, pensando que podremos vencerlo. Él actúa muchas veces bajo apariencia de bien”. “Con el diablo no se debe dialogar jamás”, había señalado previamente ya que “hay personas que han caído en adicciones que ya no pudieron superar (drogas, alcoholismo, ludopatía) sólo porque subestimaron un riesgo. Se creyeron fuertes en una batalla de nada, pero en cambio acabaron siendo presa de un enemigo poderoso. Cuando el mal arraiga en nosotros, entonces toma el nombre de vicio, y es una mala hierba difícil de erradicar. Sólo se triunfa a costa de un duro trabajo”, alertó Bergoglio.
Por eso Francisco advirtió que “en nuestra vida cristiana es fundamental discernir si nuestros pensamientos y deseos provienen de Dios o, por el contrario, de su adversario. Para ello es necesario que permanezcamos siempre vigilantes, custodiando el propio corazón” como recomendaban los padres del desierto. “Ante cada pensamiento y cada deseo que surge en su mente y en su corazón, el cristiano actúa como un sabio guardián, y le interroga para saber por dónde ha venido: si de Dios o de su Adversario”, alertó.