La octava de Navidad reserva siempre este 28 de diciembre para el recuerdo de la matanza de los inocentes. La celebración litúrgica trae a la memoria la experiencia de los niños que sufren y el papa Francisco no es ajeno a ello. Así lo ha podido comprobar todo el mundo en sus grandes intervenciones de esta Navidad.
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Los inocentes del mundo
En el mensaje previo a la bendición Urbi et orbi el pontífice recordaba que “en la Escritura, al Príncipe de la paz se le opone «el Príncipe de este mundo» (Jn 12,31) que, sembrando muerte, actúa en contra del Señor, «que ama la vida» (Sb 11,26)”. Esta analogía bíblica la aplica el papa Francisco a la realidad actual. Esto “lo vemos obrar en Belén cuando, después del nacimiento del Salvador, sucede la matanza de los inocentes”, añadió el Papa. Por ello Francisco lamentó: “Cuántas matanzas de inocentes en el mundo: en el vientre materno, en las rutas de los desesperados que buscan esperanza, en las vidas de tantos niños cuya infancia está devastada por la guerra. Estos niños cuya infancia ha sido devastada por la guerra, por las guerras, son los pequeños Jesús de hoy”.
Antes, en la homilía de la misa de Nochebuena, el Para señalaba que “nuestro corazón esta noche está en Belén, donde el Príncipe de la Paz sigue siendo rechazado por la lógica perdedora de la guerra, con el rugir de las armas que también hoy le impiden encontrar una posada en el mundo“. Y es que, señaló en otro momento, el Dios de los cristianos “no es el dios del beneficio, sino el Dios de la encarnación. No combate las injusticias desde lo alto con la fuerza, sino desde abajo con el amor; no irrumpe con un poder sin límites, sino que desciende a nuestros límites; no evita nuestras fragilidades, sino que las asume“.