El aula Pablo VI se llenó esta mañana de las voces impecables de los más de 4.000 niños de veinte países diferentes que participan en estos días del Congreso Internacional ‘Pueri Cantores’, un encuentro de coros que ha renovado la banda sonora de la Navidad romana y vaticana.
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“Me han acogido con un hermoso canto y con su presencia llenan de vida este auditorio”, expresó el Papa Francisco en cuanto tomó la palabra durante el encuentro que mantuvo con ellos. “Lo que hacen es muy importante -subrayó justo después el pontífice-, porque con sus voces ayudan a las comunidades a rezar, a abrir el corazón al Señor, y esto es fundamental para la vida de la Iglesia”.
Alegría, oración y humildad
A partir de ahí, compartió con ellos una sencilla catequesis vertebrada en tres palabras: alegría, oración y humildad. Echando la vista atrás, y consciente de que muchas de las partituras que interpretan los chavales tienen varios siglos de historias, les invitó a recordar a esos niños y niñas que “han cantado las notas que ustedes entonan” con unos mismos sueños compartidos.
A partir de ahí, les invitó a contagiar entusiasmo con su canto: “¡Hay tanta necesidad de alegría en el mundo!”. “Muchas personas, incluso jóvenes, son prisioneras de la angustia, o del aburrimiento; el canto y la música pueden hacen vibrar los corazones, regalar belleza y restituir gusto y esperanza por la vida”, ahondó Jorge Mario Bergoglio antes su joven auditorio.
Oración cantada
A la par, explicó a los cantores que “no son simples artistas, no hacen espectáculos”, sino que su misión es “ayudar a los demás a rezar con su oración cantada”. “Es importante que cada uno de ustedes tenga el corazón cerca de Jesús, no sólo cuando cantan, sino siempre, y esto se hace en la oración, cada día”, les aconsejó. Y no dudó en echar mano del dicho de san Agustín: “Cantar es propio de quien ama”. Y es que, para el Papa Francisco, “cantar es un acto de amor, y haciéndolo rezamos con las palabras y con la música, con el corazón y con la voz, con la devoción y con el arte”.
El tercer don que regaló a los menores presentes en el Aula Pablo VI fue la humildad. Así, el Papa recordó que “el cantor, incluso en las partes del solista, está siempre encuadrado en un coro, que lo supera y en el que todos están al servicio de todos, incluso el maestro que dirige”. “Un cantor que busca ser el foco de la atención, o de prevalecer sobre los otros, no es un buen cantor”, alertó para invitarles a “fundirse en el conjunto, para que en la unidad, que nace de la humildad, su canto exprese amistad auténtica, con Dios, con los demás y entre ustedes”. Para lograrlo, el Papa expuso que es necesario un esfuerzo que tiene como resultado la armonía.
“Su canto, además, es incluso más humilde, porque está al servicio de Dios”, añadió. Es más, se adentró en cómo en medio de sus interpretaciones musicales hay que “hacerse a un lado en el momento justo, para dejar espacio al silencio, donde cada uno puede escuchar en el secreto las palabras que sólo Jesús sabe decir a cada uno de nosotros”.