La coincidencia de fechas de este año hace que este domingo, 31 de diciembre, coincida la Jornada de la Sagrada Familia en plena Nochevieja. El lema propuesto por la Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida para este año es ‘Familia, portadora de la buena noticia’.
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Modelo de acogida
“La fiesta de la Sagrada Familia nos invita a contemplar a san José y a la Virgen María como modelo de acogida de Jesucristo, el Verbo de Dios encarnado”, recuerdan los obispos de la subcomisión presidida por José Mazuelos, el obispo de Canarias y formada por los obispos de Barbastro-Monzón, Calahorra y La Calzada-Logroño y los eméritos Gil Hellín y Reig Pla en su mensaje para este día. Para los prelados “las familias cristianas encuentran en la Sagrada Familia el ejemplo que seguir, así como un sólido punto de referencia y una firme inspiración” haciendo que “que Jesucristo sea el centro de cada familia”.
Para los obispos “es importante que esta realidad sea experimentada en la cotidianeidad ya que, por una parte, la familia real y concreta es el lugar donde se encuentra la presencia del Señor, que acompaña todos los momentos de sufrimientos, gozos y esfuerzos diarios, y, por otra, vivir una comunión familiar de manera plena es un auténtico itinerario hacia la santificación en la vida cotidiana, así como un medio para alcanzar una unión profunda con el Señor”.
Testimonio misionero
Frente al individualismo, advierten, citando a Juan Pablo II, “la vivencia de la comunión familiar es un verdadero antídoto contra este mal tan característico de nuestro tiempo, ya que la familia, fundada y vivificada por el amor, es una comunidad de personas”. Por ello, el testimonio de las familias “debe estar marcado por la más profunda alegría porque la familia es portadora de la mejor de las noticias: la salvación que ha venido a traernos Jesucristo, al encarnarse en el seno de la Virgen Santísima, asumiendo nuestra humanidad para redimirla”.
Una alegría contagiosa, añaden, que es una “llamada a la misión” que “brota del sacramento del bautismo y del sacramento del matrimonio”. Por ello, reclaman que “hemos de ayudar a todos a descubrir esta llamada porque «sin el testimonio gozoso de los cónyuges y de las familias, Iglesias domésticas, el anuncio, aunque fuese correcto, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras que caracteriza nuestra sociedad”.
Los obispos invitan al “anuncio y la vivencia del evangelio en el seno de cada familia porque la familia, al igual que la Iglesia, debe ser un espacio donde el evangelio es transmitido y desde donde este se irradia”, como decía Pablo VI. Un testimonio que “debe estar acompañado por la caridad hacia los más necesitados, empezando por aquellos más cercanos, que pueden ser los abuelos o familiares enfermos, pero abriendo los horizontes de la familia a otras personas”. O como es el caso, añaden, de “las madres adolescentes, a los niños sin padres, a las mujeres solas que deben llevar adelante la educación de sus hijos, a las personas con alguna discapacidad que requieren mucho afecto y cercanía, a los jóvenes que luchan contra una adicción, a los solteros, separados o viudos que sufren la soledad, a los ancianos y enfermos que no reciben el apoyo de sus hijos, y en su seno tienen cabida incluso los más desastrosos en las conductas de su vida”.