El pontífice ha presidido las Primeras Vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios en la basílica de San Pedro con la mirada puesta en el Jubileo de 2025
El papa Francisco ha presidido las Primeras Vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios en la basílica de San Pedro. Una tradicional celebración que, cada 31 de diciembre, incluye el canto del ‘Te Deum’ de acción de gracias por el año transcurrido. Este es por tradición el último acto público del Papa y a si término Francisco aprovecha para visitar de cerca el Belén colocado en el centro de la Plaza de San Pedro que este año proviene de Asís y conmemora el 800 aniversario de la primera representación navideña organizada por san Francisco. En el interior de la basílica se ha colocado el icono italiano de la Madonna Lactans en el que la Virgen amamanta a Jesús.
Gratitud y esperanza han sido las ideas fundamentales que el Papa ha resaltado durante la homilía de esta celebración mariana, dos elementos de fe que diferencian ala creyente al vivir la Nochevieja. Para Francisco “en realidad, la gratitud mundana, la esperanza mundana son aparentes; les falta la dimensión esencial que es la relación con el Otro y con los demás, con Dios y con los hermanos. Se aplastan en el yo, en sus intereses, y por eso les falta aliento, no van más allá de la satisfacción y el optimismo”. Ante esto se opone la atmósfera de la liturgia y el himno del ‘Te Deum’ que trae “alabanza”, “sobrecogimiento” y “gratitud” por la presencia del “Misterio”.
Para Francisco, “la liturgia nos hace entrar en los sentimientos de la Iglesia; y la Iglesia, por así decirlo, los aprende de la Virgen Madre”. “El Misterio da espacio a la gratitud, que surge en la contemplación del don, en la gratuidad, mientras se ahoga en la ansiedad del tener y del parecer”, añadió. “María siempre ha estado llena de amor, llena de gracia, y por eso también está llena de confianza y de esperanza”, señaló el Papa porque “la de María y la de la Iglesia no es optimismo, es otra cosa: es fe en Dios que es fiel a sus promesas; y esta fe toma la forma de esperanza en la dimensión del tiempo”.
“El cristiano, como María, es peregrino de esperanza. Y precisamente éste será el tema del Jubileo de 2025: ‘Peregrinos de la esperanza’”, prosiguió Francisco. Por ello preguntó: “¿se está preparando Roma para convertirse en una ‘ciudad de la esperanza’ en el Año Santo?” a través “del testimonio de la comunidad eclesial y civil; un testimonio que, más que en los acontecimientos, consiste en el estilo de vida, en la calidad ética y espiritual de la convivencia”.
Francisco pidió que la columnada de la Plaza de San Pedro sea “una experiencia que infunde esperanza” o que el centro histórico de Roma sea accesible a “las personas mayores o con alguna discapacidad motriz” ya que “una ciudad más habitable para sus ciudadanos es también más acogedora para todos”. “Una peregrinación, sobre todo una peregrinación exigente, requiere una buena preparación”, alertó al entrar en el año de la oración como preparación al Año Santo. Por ello pidió para todos que “aprendamos de Ella a vivir cada día, cada momento, cada ocupación con la mirada interior vuelta hacia Jesús. Alegrías y penas, satisfacciones y problemas. Todo en presencia y con la gracia de Jesús, el Señor. Todo con gratitud y esperanza”.