La laica tinerfeña acaba de publicar ‘Una mirada feminista que revela y rebela: Huellas de mujeres en las iglesias’
Después de toda una vida vinculada al trabajo social, y ya una vez jubilada, la tinerfeña Elena Gortázar presenta su primer libro, ‘Una mirada feminista que revela y rebela: Huellas de mujeres en las iglesias’. Ahora, conversa con Vida Nueva acerca de feminismo, la realidad de las mujeres en la Iglesia y la imposibilidad, para una persona de fe, de dejar de ver a Dios incluso en los ámbitos más alejados.
PREGUNTA.- Después de haber dado clase en la universidad y escrito artículos para distintas publicaciones, se lanza a escribir un libro. ¿Cómo surgió la idea?
RESPUESTA.- Mi trabajo se ha desarrollado siempre en el ámbito de la acción social, fundamentalmente en el sector de la infancia. También he estado muy vinculada a comunidades y grupos de cristianos de base, y el libro surgió tras una jornada que trató acerca del tema de la mujer en la Iglesia en 2022. Allí me animaron a pasar aquello que se había hablado a escrito. Me ilusionó porque desde que me jubilé he estado muy vinculada al tema del feminismo y desde el ámbito de la fe siempre me he interesado por estos temas.
P.- ¿Ser cristiana y feminista está reñido?
R.- La fe de ninguna manera está reñida ni con el feminismo ni con la igualdad. Yo vivo la fe desde la inclusión, y, como yo, hay cada vez más gente creyente. No hay un tema que nos sea ajeno, otra cosa es el enfoque que le demos desde la fe.
P.- ¿Estar vinculada al ámbito de lo social le ha hecho profundizar en la fe?
R.- El mundo social te vincula, te enraíza en el mundo que vives tan aparentemente caótico y, sobre todo, tan injusto. Desde la fe esto te rebela y revela en los distintos sectores en los que vas moviéndote.
P.- ¿Cómo se da testimonio de fe en un mundo alejado de ella?
R.- No se trata de explicitar la fe como lo entendíamos antes. Es cierto que todavía hay muchos grupos cristianos a los que les cuesta expresar su fe si no hay una alusión concreta a alguna frase del evangelio, a Jesús, a Dios… Y yo lo respeto, pero, cuando estás en un mundo tan ajeno a todo esto, aprendes a ver a Dios en todo. A ponerle “otro nombre”, por así decirlo. Tú sabes de qué estás hablando, sabes cómo es trabajar desde la fe, pero no hace falta adoctrinar.
P.- ¿Cómo vive el pontificado de Francisco en lo que a la inclusión de las mujeres se refiere?
R.- El Papa ha hecho un cambio cualitativo y que está en ello, y, desde ahí, mi admiración y respeto. En cuanto al tema mujer me da la sensación de que nos ha abierto puertas y rendijas por las que entrar en la estructura, pero que no son todas las que a él le habrían gustado. Otra cosa es su visión teológica del tema mujer y género. No sé si es que está muy condicionado o es su manera de pensar, porque por un lado te ilusiona, pero, por otra, te defrauda un poco que no vaya más allá en el acceso de las mujeres a la igualdad total que tenemos como cristianas desde el bautismo. Jesús nos la dio, la vivió y la implantó en su pequeño grupo de seguidores y seguidoras. Va abriendo caminos, pautas, roles, espacios… Y está claro que hay un avance muy importante. Pero siempre hay un punto en el que se para y que ojalá no fuera así.
P.- Por último, Elena, ahora que empezamos 2024, ¿con qué Iglesia sueña?
R.- Realmente el sueño es llegar una sociedad en la que no hubiera esas dicotomías y esas tensiones que nos colocan a las mujeres en otros lugares. Debería haber una complementariedad, en la práctica, que nos permita a las mujeres estar presentes en cualquier ámbito, en cualquier rol, tanto en la sociedad civil como en las instituciones como en la Iglesia. Para mí ese es el sueño, pero es un sueño muy lejano, porque cada vez más caigo en la cuenta de las raíces tan profundas del patriarcado. El patriarcado no es solo en la Iglesia ni parte de ella, como erróneamente predica mucha gente. Es muy anterior, y está muy implantado en todas las culturas. Entonces, tenemos que seguir unidas, apoyándonos y sin decaer.