Como cada año, tras la Epifanía, el papa Francisco cita a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditados ante la Santa Sede en la Sala de Bendición para saludarles. En un extenso discurso, el Pontífice se dirige directamente a la comunidad internacional pidiéndoles acción ante “los nubarrones que, en lugar de retroceder, parecen cernirse sobre el mundo” en forma de conflictos, desde Gaza a Ucrania, pasando por Nigeria o Nicaragua.
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Casi en su primera frase, Jorge Mario Bergoglio lamenta que, “al inicio de un año para el que quisiéramos paz, sin embargo, comienza bajo el signo de conflictos y divisiones”.
En un mensaje en el que la palabra paz se repite en todo momento, el Papa ha recordado que esta es, “en primer lugar, un don de Dios, pero al mismo tiempo es nuestra responsabilidad”. “Una palabra tan frágil y a la vez tan comprometedora y densa de significado en un momento histórico en el cual está cada vez más amenazada, debilitada y en parte perdida”, ha señalado insistiendo en que es tarea de la Santa Sede “ser una voz profética y una llamada a la conciencia”.
Israel y Palestina
Desde aquí, Francisco ha comenzado a repasar todos los conflictos internacionales, empezando por la situación entre Israel y Palestina. “Todos nos hemos quedado conmocionados por el ataque terrorista contra la población de Israel del 7 de octubre, en el que fueron heridos, torturados y asesinados de manera atroz tantos inocentes y en que muchos otros fueron tomados como rehenes”.
Y ha continuado: “Repito mi condena por esa acción y por cualquier forma de terrorismo y extremismo. No es este el modo en el que se pueden resolver las controversias entre los pueblos, es más las hacen más difíciles, causando sufrimiento a todos. De hecho, lo que provocó fue una fuerte respuesta militar israelí en Gaza que ha traído la muerte de decenas de miles de palestinos, en su mayoría civiles, entre ellos muchos niños, adolescentes y jóvenes, y ha provocado una situación humanitaria gravísima”.
Por ello, ha reiterado su llamamiento a todas las partes implicadas para que “acuerden un alto el fuego sobre todos los frentes, incluso en Líbano, y para la inmediata liberación de todos los rehenes en Gaza. Pido que la población palestina reciba las ayudas humanitarias y que los hospitales, las escuelas y los lugares de culto cuenten con toda la protección necesaria”.
En el mismo sentido, ha pedido a la comunidad internacional que “promueva con determinación la solución de dos Estados, uno israelí y uno palestino, así como también un estatuto especial internacionalmente garantizado para la Ciudad de Jerusalén, de modo que israelíes y palestinos puedan por fin vivir en paz y con seguridad”.
Tensión en Oriente Medio
Según ha indicado el Pontífice, el conflicto en Gaza “desestabiliza” Oriente Medio, “una región frágil y cargada de tensiones”. En particular, se ha detenido en el pueblo sirio, que en medio de la inestabilidad política y económica sufrió un terremoto en febrero. Así, ha mostrado su cercanía ante los millones de refugiados sirios que todavía se encuentran en países limítrofes, como Jordania o Líbano –país por el que también ha mostrado su “preocupación” y deseado que pronto tenga un presidente–.
Tampoco se ha olvidado el Papa de Myanmar, citando de forma expresa la emergencia humanitaria que todavía golpea a los rohinyás. Ante estas tensiones, sí que ha nombrado a Mongolia –país que visitó en 2023–, donde “no faltan signos de esperanza”.
Guerra en Ucrania
A las puertas de los dos años del inicio de la guerra en Ucrania, ha pedido el respeto al derecho internacional. “Por desgracia, la deseada paz no ha logrado todavía encontrar sitio en las mentes y en los corazones, a pesar de las numerosísimas víctimas y la enorme destrucción”. “No se puede dejar que se prolongue un conflicto que se va gangrenando cada vez más, en perjuicio de millones de personas, sino que es necesario que se ponga fin a la tragedia en curso a través de las negociaciones”, ha afirmado.
“No debemos olvidarnos de que las violaciones graves del derecho internacional humanitario son crímenes de guerra, y que no es suficiente con evidenciarlos, sino es necesario prevenirlos. Se requiere, por tanto, un mayor compromiso de la comunidad internacional por la salvaguardia y la implementación del derecho humanitario, que parece ser el único camino para la tutela de la dignidad humana en situaciones de enfrentamiento bélico”, ha aseverado.
Francisco también ha expresado su preocupación por la “tensa” situación entre Armenia y Azerbaiyán, exhortando a las partes a llegar a la firma de un tratado de paz.
África y América
Volviendo su mirada a África, ha resaltado las crisis humanitarias en tantos países sub-saharianos, o las tensiones en Etiopía que dificultan la estabilidad entre los países del Cuerno de África. También ha resaltado la situación de Sudán, que, tras meses de guerra civil, no ve una salida pacífica; así como las situaciones de los desplazados en Camerún, Mozambique, República Democrática del Congo y Sudán del Sur.
Por su parte, “si bien no hay guerras abiertas en las Américas, existen fuertes tensiones entre algunos países, por ejemplo entre Venezuela y Guayana, mientras que en otros, como Perú, observamos fenómenos de polarización que socavan la armonía social y debilitan las instituciones democráticas”, ha remarcado.
“Sigue siendo preocupante también la situación de Nicaragua; es una crisis que se prolonga desde hace tiempo con dolorosas consecuencias para toda la sociedad nicaragüense, en particular para la Iglesia católica. La Santa Sede no cesa de invitar a un diálogo diplomático respetuoso del bien de los católicos y de toda la población”, ha agregado.
Armas, hambre y cambio climático
Tras esta radiografía de las crisis que azotan el mundo, Francisco ha hecho hincapié en que detrás de cada conflicto “se encuentran millones de personas —hombres, mujeres, padres, madres, niños— cuyos rostros nos son por lo general desconocidos y que con frecuencia olvidamos”.
Francisco ha lamentado también que “las guerras modernas ya no se desarrollan solo en los campos de batalla delimitados, ni afectan solamente a los soldados”. “En un contexto en el que ya no parece observarse una distinción entre los objetivos militares y civiles, no hay conflicto que no termine de algún modo por golpear indiscriminadamente a la población civil”, ha señalado.
Por otra parte, “las guerras pueden proseguir gracias a la enorme disponibilidad de armas”. “Es necesario aplicar una política de desarme, porque es ilusorio pensar que los armamentos tienen un valor disuasorio. Más bien ocurre lo contrario; la disponibilidad de armas incentiva su uso e incrementa su producción. Las armas crean desconfianza y desvían recursos”.
Sin embargo, para conseguir la paz no es suficiente eliminar los instrumentos bélicos, “es necesario extirpar de raíz las causas de las guerras, la primera es el hambre, una plaga que golpea todavía zonas enteras de la tierra, mientras que en otras se verifica un considerable desperdicio de alimentos”. “Está además la explotación de los recursos naturales, que enriquece a unos pocos, dejando en la miseria y en la pobreza a poblaciones enteras, que serían las beneficiarias naturales de esos recursos”, ha añadido.
Entre las causas de conflicto también ha citado las catástrofes naturales y ambientales. “Ciertamente hay desastres que la mano del hombre no puede controlar. Sin embargo, hay desastres que también son atribuibles a la acción o la negligencia humanas y que contribuyen gravemente a la actual crisis climática”, ha dicho comentando las conclusiones de la reciente COP28 de Dubái.
El drama de la inmigración
“Las guerras, la pobreza, el abuso de nuestra Casa común y la continua explotación de sus recursos son también causas que empujan a miles de personas a abandonar su patria en busca de un futuro de paz y seguridad. En su viaje ponen en riesgo sus vidas debido a rutas peligrosas, como en el desierto del Sahara, en la selva del Darién, en la frontera entre Colombia y Panamá; en Centroamérica, en el norte de México, frontera con Estados Unidos y, sobre todo, en el Mar Mediterráneo”, ha dicho el Pontífice.
“Lamentablemente, esta última ruta se ha convertido en un gran cementerio en la última década, con tragedias que se siguen produciendo, también a causa de traficantes de seres humanos sin escrúpulos. Entre las numerosas víctimas, no lo olvidemos, hay muchos menores no acompañados”, ha recalcado.
Ante este reto, “ningún país puede quedarse solo y ninguno puede pensar en abordar la cuestión de forma aislada mediante una legislación más restrictiva y represiva, aprobada a veces bajo la presión del miedo o en busca de un consenso electoral”.
Condena a la “deplorable” maternidad subrogada
El camino hacia la paz, según el Pontífice, exige el respeto de la vida, “empezando por la del niño no nacido en el seno materno, que no puede ser suprimida ni convertirse en un producto comercial”.
En este sentido, “considero deplorable la práctica de la llamada maternidad subrogada, que ofende gravemente la dignidad de la mujer y del niño; y se basa en la explotación de la situación de necesidad material de la madre. Un hijo es siempre un don y nunca el objeto de un contrato. Por ello, hago un llamamiento para que la comunidad internacional se comprometa a prohibir universalmente esta práctica”.
Diálogo por el bien común
El Papa también ha recalcado que “el camino hacia la paz pasa por el diálogo político y social, pues es la base de la convivencia civil en una comunidad política moderna”.
“En 2024 se convocarán elecciones en muchos Estados. Las elecciones son un momento fundamental en la vida de un país, pues permiten a todos los ciudadanos elegir responsablemente a sus gobernantes. Por ello, es importante que los ciudadanos, especialmente las generaciones más jóvenes que serán llamadas a las urnas por primera vez, sientan que es su principal responsabilidad contribuir a la construcción del bien común, mediante la participación libre e informada en las votaciones”, ha destacado.
El camino hacia la paz pasa también por el diálogo interreligioso, “que exige ante todo la protección de la libertad religiosa y el respeto de las minorías. Nos duele, por ejemplo, constatar que cada vez más países adoptan modelos de control centralizado de la libertad religiosa, con el uso masivo de la tecnología. En otros lugares, las comunidades religiosas minoritarias se encuentran a menudo en una situación cada vez más dramática. En algunos casos corren peligro de extinción, debido a una combinación de acciones terroristas, atentados contra el patrimonio cultural y medidas más solapadas, como la proliferación de leyes anticonversión, la manipulación de las normas electorales y las restricciones financieras”, ha puntualizado.
Francisco ha mostrado también su preocupación ante el creciente antisemitismo y la persecución y discriminación contra los cristianos. “En total, más de 360 millones de cristianos en todo el mundo sufren un alto grado de persecución y discriminación a causa de su fe, y son cada vez más aquellos que se ven obligados a huir de sus países de origen”, ha lamentado.
El camino hacia la paz pasa también por la educación, como ha advertido el Pontífice. “En los tiempos modernos, parte del reto educativo se refiere al uso ético de las nuevas tecnologías. Estas pueden convertirse fácilmente en instrumentos de división o de difusión de mentiras, como las llamadas ‘fake news’. Por eso me ha parecido importante dedicar el Mensaje anual de la Jornada Mundial de la Paz a la inteligencia artificial, que es uno de los retos más importantes de los próximos años”, ha concluido.