El cardenal guineano Robert Sarah, que en su día fuera prefecto de Culto Divino y hoy es uno de los principales críticos con el pontificado de Francisco, se ha mostrado muy duro contra ‘Fiducia supplicans’, la declaración de Doctrina de la Fe, validada por el propio Papa, por la que se aceptan las bendiciones a parejas en situaciones “irregulares”: convivientes sin casarse, divorciados u homosexuales.
A través de un ‘Mensaje de Navidad’ publicado en el blog del vaticanista Sandro Magister (también un referente destacado en la oposición a Bergoglio) y que el mismo purpurado ha difundido en su cuenta de Twitter, Sarah señala que “la paz que Jesús nos trae no es una nube hueca, no es una paz mundana que muchas veces no es más que un compromiso ambiguo, negociado entre los intereses y las mentiras de cada uno. La paz de Dios es verdad”.
Citando a Juan Pablo II, el cardenal argumenta que “la verdad fortalece la paz” y “no siembra confusión y desorden, sino que revela la realidad de todas las cosas”. Por ello, “la verdad es la primera de las misericordias que Jesús ofrece al pecador”. De ahí que se pregunte: “¿Podremos a su vez hacer una obra de misericordia en la verdad?”. A lo que él mismo se responde: “El riesgo es grande para nosotros si buscamos la paz mundial, la popularidad mundana que se compra al precio de la mentira, la ambigüedad y el silencio cómplice”.
Así, para Sarah, “esta paz mundial es falsa y superficial. Porque la mentira, el compromiso y la confusión engendran división, sospecha y guerra entre hermanos”. Algo que él observa en el seno de la Iglesia: “La confusión, la falta de claridad y verdad y la división han turbado y ensombrecido la celebración navideña de este año. Algunos medios afirman que la Iglesia católica fomenta la bendición de las uniones entre personas del mismo sexo. Ellos mienten. Hacen el trabajo del divisor. Algunos obispos van en la misma dirección, siembran dudas y escándalo en las almas de fe al pretender bendecir las uniones homosexuales como si fueran legítimas, conforme a la naturaleza creada por Dios, como si pudieran conducir a la santidad y a la felicidad humana”.
De este modo, observa el purpurado, “solo engendran errores, escándalos, dudas y decepciones. Estos obispos ignoran u olvidan la severa advertencia de Jesús contra quienes escandalizan a los pequeños: ‘Si alguno escandaliza a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar’”.
En este punto, Sarah se dirige directamente a ‘Fiducia supplicans’ y recalca que estamos ante una declaración que “no logró corregir estos errores y crear la verdad”. Además, “por su falta de claridad, no ha hecho más que amplificar la confusión que reina en los corazones y algunos incluso se han valido de ella para apoyar su intento de manipulación”.
Así, llama a responderla, “simplemente, con la Palabra de Dios y con el Magisterio y la enseñanza tradicional de la Iglesia”. Porque, “para mantener la paz y la unidad en la verdad, atrevámonos a negarnos a discutir con el divisor, atrevámonos a responder a la confusión con la palabra de Dios”.
Para Sarah, la actitud ha de ser clara: “Atrevámonos a decir la verdad”. En el caso de “las personas involucradas en uniones homosexuales, como Jesús, atrevámonos a la primera de las misericordias: la verdad objetiva de las acciones”. En este sentido, “con el Catecismo de la Iglesia católica” en la mano, así como con “la Tradición”, hay que repetir a tales personas que “sus actos son intrínsecamente desordenados” y “contrarios a la ley natural”, por lo que “no pueden recibir aprobación bajo ninguna circunstancia”.
Para el pastor guineano, “cualquier acción pastoral que no recuerde esta verdad objetiva fracasaría en la primera obra de misericordia que es el don de la verdad”. Por ello, “una doctrina que disocia el acto moral de las dimensiones corporales de su ejercicio es contraria a las enseñanzas de la Sagrada Escritura y de la Tradición”. Es más, “tal doctrina revive, en nuevas formas, ciertos errores antiguos que la Iglesia siempre ha combatido, porque reducen el valor humano de la persona a una libertad ‘espiritual’ puramente formal”.
Como enfatiza Sarah, puesto que “el cuerpo y el alma son inseparables” y ambos “permanecen o se pierden juntos”, ‘Fiducia supplicans’ yerra cuando trata de ver lo “bueno, verdadero y humanamente válido en una relación homosexual, definida por las Sagradas Escrituras y la Tradición como una depravación grave e ‘intrínsecamente desordenada’”. Y es que “la sabiduría no entra en un alma malvada, no mora en un cuerpo dependiente del pecado”.
En definitiva, “lo único que se puede pedir a las personas que están en una relación antinatural es que se conviertan y se conformen a la Palabra de Dios”. Algo en lo que se apoya en Benedicto XVI: “Como seres humanos, las personas homosexuales merecen respeto (…); no deben ser rechazados por esto. El respeto al ser humano es absolutamente fundamental y decisivo. Pero eso no significa que la homosexualidad sea correcta. Sigue siendo algo radicalmente opuesto a la esencia misma de lo que Dios quería originalmente”.
En este punto, Sarah muestra su agradecimiento a las distintas conferencias episcopales de África, como las de “Camerún, Chad o Nigeria”, que han mostrado “su firme oposición a la declaración ‘Fiducia supplicans’”, algo que “comparto y apoyo”. Es más, “debemos alentar a otras conferencias episcopales nacionales o regionales y a cada obispo a hacer lo mismo”.
Y aquí es cuando llega su aldabonazo más duro: “Al hacerlo, no nos oponemos al papa Francisco, pero nos oponemos firme y radicalmente a una herejía que socava gravemente a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, porque es contraria a la fe y la Tradición católicas”.
Deposita tal tarea, de un modo especial, en la Iglesia en África, a la que “le resulta imposible aceptar ideologías inhumanas promovidas por un Occidente descristianizado y decadente”. Hasta el punto de que “África tiene una gran conciencia del necesario respeto por la naturaleza creada por Dios. No se trata de apertura de miras y progreso social, como afirman los medios occidentales. Se trata de saber si nuestros cuerpos sexuales son el don de la sabiduría del Creador o una realidad sin sentido, incluso artificial”.
Eso sí, como lamenta, “su voz es a menudo ignorada, despreciada o considerada excesiva por aquellos cuya única obsesión es complacer a los lobbies occidentales”. Algo que, a su juicio, también se da en el seno de la Iglesia: “No sorprende que los obispos de África, en su pobreza, sean hoy heraldos de esta verdad divina frente al poder y la riqueza de ciertos episcopados de Occidente”.
En este punto, Sarah se muestra especialmente ácido de cara a la fase final de la asamblea sinodal, en octubre: “¿Nos atreveremos a escucharlos durante la próxima sesión del Sínodo sobre la Sinodalidad? ¿O deberíamos creer que, a pesar de las promesas de escucha y respeto, sus advertencias serán ignoradas, como vemos hoy?”.
Hasta el punto de que “toda esta confusión suscitada por la declaración ‘Fiducia supplicans’ podría reaparecer bajo otras formulaciones más sutiles y más ocultas en la segunda sesión del Sínodo sobre la Sinodalidad, en 2024, o en el texto de quienes ayudan al Santo Padre a redactar la exhortación apostólica postsinodal. ¿No tentó Satanás al Señor Jesús tres veces? Habrá que estar atentos a las manipulaciones y proyectos que algunos ya están preparando para esta próxima sesión del Sínodo”.
Por ello le encarga a “cada sucesor de los apóstoles” que no olvide que “el Catecismo de la Iglesia católica nos da el ejemplo de una palabra tan clara, tajante y valiente. Cualquier otro camino sería inevitablemente truncado, ambiguo y engañoso”. Y más cuando “inventamos nuevos significados para las palabras, contradecimos, falsificamos la Escritura al pretender ser fieles a ella. Terminamos por dejar de servir a la verdad”.
“Así que no me dejen caer en vanas objeciones sobre el significado de la palabra bendición”, esgrime un Sarah que remacha que “la oración de la Iglesia no se rechaza a nadie, pero nunca se puede abusar de ella para convertirla en una legitimación del pecado”.