Hombres exhaustos bajan del barco que los rescató. Hay una mujer con un bebé en brazos y una niña de la mano. “Debía tener diez años. Me acerqué con un muñeco. Su mirada se dirigió directamente hacia ese conejito de peluche. Y entonces esbozó la sonrisa más bonita que pueda existir”. Puede que hayas viajado por el mundo, hayas encontrado el sufrimiento en sus formas más trágicas, hayas escuchado mil historias, hayas compartido preocupaciones, pero siempre hay un rostro, un par de ojos o una palabra que te deja huella. Y a la que vuelves cuando necesitas hacer balance o simplemente recuperar el aliento.
Para sor Carmen Elisa Bandeo aquella niña fue importante porque “en ese momento desapareció el miedo, el frío y la violencia; era solo una niña que tenía que jugar”. “Reconocer a los demás como personas, defenderlos y velar por los derechos, es fundamental y hay que estar presentes en su vidas cotidianas también”, afirma.
La religiosa de la Congregación Misionera de las Siervas del Espíritu Santo que hoy es coordinadora del proyecto intercongregacional de migración y refugiados de la Unión Internacional de Superioras Generales, argentina de 61 años, licenciada en ciencias de la educación y experta en animación juvenil. Estuvo en Taiwán durante 16 años donde trabajó en escuelas con chicas jóvenes, en las cárceles con adultos y con migrantes en situación irregular.
“En Taiwán descubrí este mundo de la migración, que está muy relacionado con la injusticia y la violación de los derechos: trabajo mal pagado, trata, prostitución, matrimonios concertados… Muchas veces son las mujeres las primeras afectadas”. En 2012 su Congregación, que la llamó a Roma para coordinar los sectores de Misión y Justicia, Paz y Salvaguardia de la Creación, se unió al proyecto ‘Comunidad de Hospitalidad’ del Centro Astalli, que solicita a los conventos e institutos que abran sus puertas a los refugiados para que les ayuden a ser autónomos. “Hemos acogido a familias africanas, afganas, sirias…”. Cuando Carmen fue enviada a Atenas para ocuparse de la formación de otras jóvenes, colaboró con los jesuitas que allí se ocupan de migrantes y refugiados.
El proyecto intercongregacional de las Superioras Generales comenzó en 2015, “pero en realidad nació dos años antes, el 3 de octubre de 2013, cuando se produjo el trágico naufragio frente a las costas de Lampedusa”. Carmen Bandeo estuvo con sor Fernanda Cristinelli, hermana comboniana. “Estábamos reflexionando sobre el proyecto para el área de Justicia y Paz de la UISG. Nos quedamos impactadas por lo que estaba pasando en Sicilia. Entonces pensamos que como religiosas teníamos que trabajar en este campo”.
Con la aprobación de la UISG, pusimos en común las experiencias de las distintas congregaciones que trabajan con los migrantes y comenzamos con una experiencia que, en 2015, se convirtió en un signo profético coincidiendo con el 50 aniversario de la UISG: comunidades de religiosas de diferentes congregaciones empezaron a actuar como puente entre migrantes e instituciones en términos de acogida y necesidades inmediatas. Tres casas en Sicilia y la comunidad de Lampedusa. Allí, Carmen Bandeo ejerce una acogida directa en el muelle de Favaloro, un brazo de hormigón que hoy se ha convertido en un símbolo de las vidas salvadas en estos difíciles tiempos migratorios.
“Después de algunos años comprendimos que no podíamos limitarnos a Italia porque la migración atraviesa todo el mundo y es un desafío enorme”, reflexiona la religiosa. Así comenzó hace tres años el proyecto internacional de la UISG. Está compuesto por una base de datos de las Congregaciones que trabajan en este campo; la cooperación con el Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, el Servicio Jesuita a Refugiados, el Centro Astalli, la sede italiana del JRS y el Instituto Scalabrini para las Migraciones Internacionales; y cursos de formación online y presenciales abiertos a todas las congregaciones.
Cuatro religiosas tejen la red a lo largo de los distintos continentes, intentando encontrar respuestas a las migraciones forzadas en lugares como la frontera entre Estados Unidos y México, España, Italia, América Latina y África. “En América Latina venimos trabajando juntas desde hace tiempo. África y Asia tienen realidades fragmentadas y en Europa se hace mucho pero cada uno por su lado. Queremos conectar a todas las Congregaciones para crear una conciencia y una cultura común”, afirma Bandeo, que anuncia su intención de celebrar en 2024 un simposio sobre reflexión teológica y respuesta a la migración. “Como religiosas, es más fácil establecer una relación que no necesariamente pasa por las palabras, especialmente con las mujeres”.
Carmen recuerda a Fátima, una joven afgana que conoció en Atenas. “Me ocupaba de la formación. Ella, que tenía dos hijos y estaba embarazada, hizo todos los cursos y trabajó mucho. Después de que nació el niño completó sus estudios. El día que le entregaron el certificado de asistencia estaba enferma. Yo se lo llevé donde estaba hospitalizada. La alegría que vi en sus ojos decía que ese papel, que para nosotros se da por sentado, era el reconocimiento de su lucha por ser considerada una persona reconocida en su dignidad. Y esto es lo que marca la diferencia en la vida de cada uno de nosotros”.
*Reportaje original publicado en el número de diciembre de 2023 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva