La XIII Asamblea General del Instituto Español de Misiones Extranjeras (IEME) eligió en mayo al sacerdote Jorge López Martínez (Burgos, 1971) como nuevo director general de esta institución centenaria por los próximos cinco años. Ratificado el nombramiento en junio por la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal, el misionero ha dejado Zambia, donde ha estado los últimos 11 años.



En esta otra misión está acompañado por un equipo, entre ellos, el también burgalés Tarsicio Antón Terrazas (1955), misionero durante años en Nicaragua y Cuba, que es el nuevo secretario general. En la sede del IEME conversamos con el misionero, orgulloso de que otros dos sacerdotes diocesanos han concluido este año su formación y ya están en África y América. En total, del centenar de misioneros, la mitad está en territorios de misión.

PREGUNTA.- ¿La vocación misionera nace de niño?

RESPUESTA.- Siendo estudiante en 5º de EGB vinieron a mi colegio unos franciscanos. Nos hablaron de san Francisco de Asís, nos regalaron libros y nos invitaron a una convivencia de verano. No pude participar y me llevé un gran disgusto, pero mi vecino era mi párroco y me ofreció ir a una convivencia al seminario. Durante mi formación, el testimonio de quienes venían al seminario me fue tocando siempre el corazón, y tenía claro que quería ser como ellos. En el seminario tuvimos talleres que a los curas de Burgos nos han marcado mucho durante varias décadas. Uno es el taller misionero y el otro el de Jesús obrero. Eso me fue moldeando, impulsando a salir, a estar con la gente.

P.- Y, de repente, primer destino Zambia…

R.- Cuando uno llega a la misión se quiere hacer niño de nuevo. La comunicación viene siempre a través de la mirada. La primera escuela es ese compartir. En frente de mi habitación había un mango y casi hablaba con él cada día. Muchos niños venían allí en otoño para coger la fruta, que parece que todos los días da fruto, que no se acaba. Al principio, sin saber el ‘kaonde’ (la lengua local) cantaba canciones infantiles y me comunicaba así para estar con ellos.

P.- ¿Cómo se dice adiós a la misión?

R.- Me costó un poco tomar la decisión, porque asusta. Conozco el IEME desde que era seminarista, que venía a convivencias. Pero nunca te planteas asumir esta tarea. El día acepté algunos me dijeron que acompañar a sacerdotes misioneros va a ser difícil, pero también una tarea bonita, porque hoy se necesita mucho acompañamiento. Y es un momento para conocer otras realidades misioneras. Lo bueno es que hemos querido desde el principio ser un equipo, que la animación misionera no sea de uno sino de cinco.

En el viaje de vuelta solo pensaba en cómo decírselo a la gente. Pero fui hablando poco a poco con todos como mis amigos dejándoles claro que yo no era el protagonista, sino ellos, que yo vine sin nada y me voy con su testimonio y su fe. Lloré, porque me ha costado desarraigarme, pero ya estoy en paz. Son los bautizados de allí quienes tienen que seguir construyendo su Iglesia local y ser discípulos misioneros dando y trabajando por el Evangelio.

Salir a las diócesis

P.- ¿Qué pasos se marca ahora como director del IEME?

R.- Nuestro trabajo va a ser ahora de salir a las diócesis, tener mucha relación con los seminaristas diocesanos, ofrecernos para colaborar con instituciones misioneras para que los sacerdotes que están discerniendo se animen a dar ese sí a la vocación misionera. Todos estamos llamados a anunciar y dar nuestro testimonio, pero que algunos descubran que también puede hacerse fuera de nuestra tierra. Esperemos animar para que surjan. Desde la experiencia que he tenido, cuando uno sale todavía enriquece más su vocación, su bautismo.

Salir hace que eso que llevas dentro explote: desarrollar completamente esa vocación. Abrirse y compartir y vivir con otros es también un aprendizaje y una manera de que la fe se viva y experimente de distintas maneras, porque eso nos enriquece. Quedarse, encerrarse, es muchas veces empobrecerse. Unos seminarios donde no se despierte o ayude a vivir la dimensión misionera puede hacer que nos encerremos en nosotros mismos.

P.- Los niños se permiten soñar, ¿usted?

R.- Sí, sueño con que el IEME sea un faro de luz en la Iglesia en España. Quiero un IEME que trabaje fraternalmente, que nuestra labor despierte vocaciones misioneras y un IEME que sabe que su misión no es tanto mirarse a sí mismo sino responder y estar al lado de los últimos. Que ellos puedan descubrir que Dios los ama y que juntos intentemos hacer un mundo mejor. Sueño con un IEME que pueda ayudar a que nadie se quede al margen del proyecto de Dios.

Un gran regalo

P.- ¿Qué le ha aportado la Iglesia africana?

R.- Ante el cansancio, la renovación. Ante momentos de dificultad o fracaso, volverme a levantar. Son pueblos que viven con ganas de salir adelante. También ante la dificultad, la confianza en Dios. Pero también la alegría del don recibido, valorar la fe, perder el miedo a cantar y bailar, a no tener todo esquematizado. Me ha ayudado a valorar a ese bautizado, a ese niño joven o adulto que es el protagonista de la Iglesia. Muchos catequistas sacan a sus hijos adelante y luego gastan su tiempo con la comunidad. Esto sí que es grande. Me lo he traído como un gran regalo. Tenemos que confiar más en las potencialidades de quienes están a nuestro alrededor. Ojalá eso lo viéramos en España, pero no por necesidad, sino por el mero hecho de ser bautizados.

P.- ¿Cómo está experimentando el caminar juntos al que nos llama Francisco?

R.- En América o Asia ese caminar juntos quizá se ha visto más. Cuando vas solo puedes llegar más rápido, pero si quieres llegar más lejos tienes que ir juntos. Esto supone que tienes que ir al paso de los otros, que tienes que respetar el proceso y la diversidad, pero esto también es enriquecimiento. Este momento sinodal está siendo clave para estos últimos años en la Iglesia. El Papa nos está invitando a esto.

Nosotros desde el IEME apostamos por caminar juntos para animar la misión en un tiempo nuevo en la Iglesia y en el mundo. Caminar juntos es la manera de recibir los aportes de todos y descubrir cómo el rostro de Dios se muestra entre unos y otros. Hay que agradecer al Papa que nos haya puesto a todos a caminar juntos. Jesús ya lo hizo con los discípulos. No es algo nuevo, sino que está en el corazón del proyecto de Jesús. La Iglesia es misión, pero también es caminar juntos.

P.- ¿Cómo vive el impulso misionero del Papa?

R.- Francisco ha hecho que veamos que hay otros países, hay otras gentes que están viviendo la fe, que hay experiencia de cristianos que están manteniendo la fe en situaciones difíciles, como en guerras o conflictos. Nos está ayudando a ver la catolicidad de la fe, no solo en Europa o mi país. Si supiéramos también acoger y recibir este mensaje del Papa nos ayudaría a todos. Europa se envejece, sí, pero también se está rejuveneciendo la Iglesia con brotes nuevos.

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Etiquetas: IEMEmisioneros
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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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