Este 15 de enero, en Estados Unidos se celebra el Día de Martin Luther King, quien nació un día como hoy, pero de 1929, y a quien se le recuerda por su lucha incansable contra el racismo.
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A propósito, el arzobispo para los Servicios Militares y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB), Timothy P. Broglio, hizo un llamado a los estadounidenses: “Como nos enseñó el reverendo King, debemos enfrentar los males del racismo y el prejuicio con el amor de Cristo”.
Broglio exhortó a los norteamericanos a hacer una pausa para reflexionar sobre el “legado indeleble del reverendo King y su grito de guerra en la búsqueda de la justicia y la paz”.
Parafraseando al activista norteamericano, dijo: “en la tradición religiosa está profundamente grabada la convicción de que los hombres están hechos a imagen de Dios… los herederos de un legado de dignidad y valor. Este llamado a una comunidad mundial que eleva la preocupación por la vecindad más allá de la tribu, la raza, la clase y la nación, es en realidad un llamado a un amor que lo abarca todo e incondicional por todos los hombres”.
Unir a las personas en el reconocimiento mutuo
El arzobispo Broglio añadió: “cada uno de nosotros puede y debe trabajar por la justicia y la paz, recordando el llamado a la acción del reverendo King: ‘La pregunta más persistente y urgente de la vida es: ¿Qué estás haciendo por los demás?'”.
Y recordó: Martin Luther King, Jr., fue un defensor de los derechos civiles que usó la Palabra de Dios para “efectuar un cambio de corazones y mentes”.
Por ello, y “dados los problemas de la migración, el antisemitismo y la discriminación racial y religiosa que afectan a nuestras comunidades, se nos recuerda que el trabajo de unir a las personas en el reconocimiento mutuo y la cooperación”.
Para Broglio, aún “quedan fuerzas en la condición humana que romperían lo que se ha logrado”, por lo que pidió mantenerse “vigilantes para aprovechar los signos positivos que existen en los esfuerzos de evangelización y el progreso cívico continuo dentro de las relaciones humanas”.
Finalmente, recordó que la Iglesia Católica está comprometida con estos esfuerzos y “se aferra voluntariamente a manos y corazones con todos los demás de la misma mente, fe y esperanza”.