Un primer careo con Antonio Crameri, obispo de Esmeraldas – región costera de Ecuador – y presidente de Cáritas, permite dimensionar el problema en el que está hoy sumido el país. “El abandono total del gobierno en las zonas empobrecidas; la injusticia social que genera más y más desigualdad; la corrupción que alcanzó la política y todos los estamentos del Estado”, enumera el prelado entre las principales causas de la crisis.
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Cáritas, con presencia en todo el territorio, se ha abocado a la costa, la más golpeada por la violencia criminal: Machala, Esmeraldas, Guayaquil, Babahoyo, Portoviejo, Santa Elena y Santo Domingo. “Allí se está trabajando con el proyecto ‘Hospital de campaña’, con el objetivo de reconstruir paz, justicia y reconciliación, con la sanación integral de las personas que intervienen en el conflicto: víctimas, victimarios y población en general”, explicó.
Para Crameri parte de la solución se encuentra en la “justicia restaurativa”, que “nos invita a construir procesos de cultura del encuentro al estilo del papa Francisco y buscando oportunidades para que los descartables sean protagonistas del cambio”.
Siempre el diálogo
De momento, el gobierno de Daniel Noboa ha declarado la guerra a las mafias con el decreto 111, con un Estado de excepción y un “conflicto armado interno”, los grupos criminales de ahora en adelante serán considerados terroristas.
Al respecto, Crameri advierte sobre un inminente riesgo y que “ante la crispación social se busque una justicia vindicativa, con odio, xenofobia, en vez de reconstruir el tejido social”. Toca de momento “ponernos en manos de la divina providencia” y, claro está, seguir construyendo puentes de diálogo.
“El final de una guerra, siempre es el diálogo”, porque lamentablemente “necesitamos muertos para dialogar. Esta es la lógica aberrante de la violencia y la necropolítica” de la que Ecuador debe escapar para no quedar en un callejón sin salida.
Foto: Vicariato de Esmeraldas