Este jueves, 18 de enero, comienza la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, para la cual, tal como recuerdan los obispos españoles en su mensaje, los fieles Los cristianos de Burkina Faso han propuesto como tema de reflexión la parábola del buen samaritano, en la que Jesús explica en qué consiste amar al prójimo. “Algunos Padres de la Iglesia interpretaron esta parábola en sentido cristológico, indicando que la persona herida al borde del camino es la humanidad (Adán) y que el buen samaritano que, movido por amor, sale a auxiliarlo, es el mismo Jesucristo”, apuntan los prelados.
- OFERTA: Año nuevo, Vida Nueva: este 2024 consigue tu suscripción anual a la revista en papel por solo 99,99 euros
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- PODCAST: Invertir en Infancia Misionera
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
“En esta interpretación de la parábola”, continúan, “se señala que la posada a la que Jesús, el buen samaritano, lleva a la persona herida es la Iglesia. Es a ella a quien el samaritano confía la humanidad hasta que él vuelva. Ella tiene ahora la misión de sanar al ser humano con el vino y el aceite (símbolo de los sacramentos)”.
“La Iglesia tiene que ser posada donde todos puedan refugiarse, lugar de acogida para los hombres y mujeres que buscan, comunidad que sana”, subrayan. Pero, para que esto sea posible, “nuestras comunidades han de ser abiertas, alegres, vivas. Han de tener, sobre todo, una inmensa capacidad de acogida, para que todos se encuentren en ella como en su casa”.
“Debemos pedir perdón”
“La acogida y la hospitalidad son un signo distintivo de la Iglesia de Cristo”, afirman. “Evidentemente, esta acogida hemos de vivirla entre los que nos llamamos cristianos, que por el baño del bautismo somos miembros de la Iglesia, aunque entre nosotros aún no vivamos la plenitud de la comunión en la fe”.
Por ello, los obispos recuerdan que “en estos días oramos especialmente para que el Señor nos haga sentir el dolor de la división y nos ilumine para encontrar caminos de encuentro. Juntos sentimos la llamada a acoger a las personas heridas, que quizás siguen estando al borde del camino. Vale la pena trabajar unidos para que esas personas encuentren acogida entre nosotros y reciban los cuidados y atención que necesitan”.
“Al mismo tiempo”, subrayan, “hemos de pedir perdón por las veces en que parte de esta humanidad herida se haya podido sentir excluida de la misma Iglesia. Y también porque con nuestras actitudes hemos sembrado división y discordia, acentuando las divergencias y mirando al otro como a un contrincante y no como a un hermano”.