“Grandes fondos financieros sin rostro invierten en las escuelas como si fuese la bolsa de valores, pero las instituciones de la Iglesia deben demostrar que tienen una naturaleza diferente”, ha dicho en su encuentro con la Federación Internacional de Universidades Católicas
“Tendría que leerles un largo discurso, pero siento cierta dificultad para respirar. Como ven, este resfriado todavía no se va. Por eso me tomo la libertad de entregarles el texto para que ustedes mismos lo lean”. De esta manera se ha disculpado el Papa a los presentes en su encuentro con la Federación Internacional de Universidades Católicas (FIUC) con motivo de su centenario.
“Quisiera darles las gracias por este encuentro, por el bien que hacen las universidades, nuestras universidades católicas: sembrar la ciencia, la Palabra de Dios y el verdadero humanismo. Se los agradezco mucho. Y no se cansen de seguir adelante, siempre adelante con la misión tan hermosa de las universidades católicas”, dice el Papa en el discurso entregado.
Así, subraya que lo que construye la identidad de estas universidades no es solo “la mera confesión católica”, sino “ese humanismo auténtico, el humanismo que hace comprender que el hombre tiene valores y que estos deben respetarse”.
Por otro lado, el Papa ha destacado dos aspectos a tener en cuenta: “el primero es la exhortación a trabajar en red”. “En un tiempo de gran fragmentación, debemos tener la audacia de ir contracorriente, globalizando la esperanza, la unidad y la concordia, en vez de la indiferencia, de las polarizaciones y de los conflictos”, subraya Francisco.
“El segundo aspecto es el hecho de que la Federación fue instituida ‘después de una terrible guerra’, como instrumento que contribuyese a ‘conciliar y confirmar la paz y la caridad entre los hombres’ (Carta Ap. Catholicas studiorum Universitates, 27 de julio de 1949)”. “Desgraciadamente”, añade, “este centenario lo celebramos aún en medio de un escenario de guerra, la tercera guerra mundial a pedazos. Por eso es esencial que las universidades católicas sean protagonistas en la construcción de la cultura de la paz, en sus múltiples dimensiones que se tienen que afrontar de modo interdisciplinar”.
“En un tiempo en el cual incluso la educación está volviéndose un negocio, y grandes fondos financieros sin rostro invierten en las escuelas y en las universidades como si fuese la bolsa de valores, las instituciones de la Iglesia deben demostrar que tienen una naturaleza diferente y que se mueven de acuerdo a otra lógica”, insta Francisco. “Un proyecto educativo no se basa solo en un programa perfecto, ni en un equipamiento eficiente, ni en una buena gestión corporativa. En la universidad debe palpitar una pasión más grande, se debe notar una búsqueda común de la verdad, un horizonte de sentido, y todo esto vivido en una comunidad de conocimiento donde la generosidad del amor, por así decirlo, es palpable”, explica.
Asimismo, anima a no dejar “la gestión de nuestras universidades al miedo”. “La tentación de encerrarse detrás de las paredes, en una burbuja social de seguridad, evitando los riesgos y desafíos culturales y dando la espalda a la complejidad de la realidad puede parecer el camino más fiable. Pero, ¡esta es una mera ilusión! Porque el miedo devora el alma”, asegura. “No rodeen jamás la universidad con los muros del miedo”.