Los obispos de la permanente de la Conferencia Episcopal Italiana se han reunido en su encuentro de invierno en Roma del 22 al 24 de enero de 2024. Un encuentro que ha abierto su presidente el cardenal Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia quien ha hecho un fuerte llamamiento a la paz en este ambiente de guerra.
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“La paz es lo que más necesita hoy la humanidad”, reclamó el purpurado ante las situaciones que se viven “en Ucrania, Oriente Medio y muchas otras partes del mundo”. “El ruido de las armas sigue ensordeciéndonos; el mal de la guerra se extiende; la sociedad está como adicta al dolor, y los que hablan de paz están como clamando en el desierto”, lamentó Zuppi. Por ello, en este tema, reclamó: “No dejemos solo al Santo Padre en el ministerio de la paz”.
El horizonte de la misericordia
El cardenal también, en clave sinodal, ha destacado como un “desafío” la acogida declaración ‘Fiducia supplicans’ del Dicasterio para la Doctrina de la Fe que “se sitúa en el horizonte de la misericordia, de la mirada amorosa de la Iglesia sobre todos los hijos de Dios, sin por ello apartarse de las enseñanzas del Magisterio”. En este sentido remite a lo publicado sobre algún prelado italiano en la prensa vinculada a la propia conferencia.
También e mostró convencido del “significado eclesiológico y espiritual de la unidad con el Papa, nuestro Primado, vemos su necesidad en un tiempo de fragmentación de la comunidad internacional, de nacionalismos y etnicismos” ante la falta del liderazgo de las grandes orhanizaciones como la ONU o la Unión Europea. “La propia Unión Europea necesita mayor cohesión y capacidad de acción en relación con los conflictos en curso y la promoción de la paz, y con respecto a otros escenarios delicados, como la dinámica demográfica, el cambio climático, la protección de los derechos fundamentales, la justicia social frente a la pobreza generalizada y la cooperación internacional”, reclamó.
“Hoy, la Iglesia está llamada a ser ella misma con mente abierta, corazón confiado y amplitud de miras: llamada por el Señor, por la sed de sentido y de fe de muchos, por la desorientación de muchos, por la necesidad de los pobres, por la soledad orgullosa y desesperada de muchos, por la inquietud”, apuntó más adelante. “No tengamos miedo de la fragilidad y la pequeñez. No son sólo indicadores problemáticos, sino también la realidad cotidiana en la que siempre ha vivido la Iglesia”, exhortó.