Haití es, cada vez más, un país en manos de las bandas. Si la nación más pobre de América ya arrastraba innumerables problemas estructurales, el 12 de enero de 2010, cuando un brutal terremoto echó abajo buena parte de sus casas, quedando sepultadas bajo sus ruinas unas 300.000 personas, marcó el inicio de la caída definitiva. En estos 14 años, lo poco que quedaba del Estado ha ido desintegrándose y, entre la corrupción y la propia incapacidad de impulsar una Administración que llegue a buena parte del territorio nacional, especialmente en las olvidadas zonas rurales, los grupos criminales se han ido apoderando de cada vez más territorio.
En la capital, Puerto Príncipe, la situación es dantesca y se calcula que entre el 70% y el 80% de la misma está controlada por unas 300 pandillas. El último episodio criminal se dio allí este viernes 19 de enero, cuando unos hombres armados detuvieron un minibús que circulaba en pleno centro urbano, en las inmediaciones del Palacio Presidencial, y en el que iban seis religiosas de las Hermanas de Sainte-Anne, secuestrándolas a todas ellas junto a un joven que las acompañaba y al conductor del vehículo.
A las pocas horas, como recogió Fides, el obispo de Anse-à-Veau y Miragoâne, Pierre-André Dumas, confirmó los hechos en una nota pública y no dudó en como ofrecerse como rehén en su lugar. Asimismo, rechazó “con vigor y firmeza este último acto odioso y bárbaro, que ni siquiera respeta la dignidad de estas mujeres consagradas que se entregan de todo corazón a Dios para educar y formar a los jóvenes, los más pobres y vulnerables de nuestra sociedad”. Frente a “estas prácticas despreciables y criminales”, el prelado llamó a “a toda la sociedad haitiana” a unirse para formar “una verdadera cadena de solidaridad” para las monjas y los dos hombres raptados junto a ellas”.
También a través de un comunicado, la Conferencia Haitiana de Religiosos destacó que “estos secuestros llenan de tristeza y miedo a los haitianos consagrados y a las almas de buena voluntad”.
Dos días después, el domingo 21, en el transcurso del ángelus en San Pedro, el papa Francisco tuvo un recuerdo muy especial para Haití y, tras rezar “de todo corazón” por la inmediata liberación de las monjas y sus compañeros, mostró su “dolor” y pidió “por la concordia social en el país” y por “poner fin a la violencia que tanto sufrimiento está causando a este querido pueblo”.
Varios días después del secuestro, sigue sin conocerse la identidad del grupo raptor, aunque, como apuntan varios medios locales y recoge EFE, se piden tres millones de dólares para la liberación de las ocho personas.
La congregación de las Hermanas de Sainte-Anne, nacida en Canadá, es muy querida en Haití desde que su primera comunidad llegara al país hace 80 años, a la Diócesis de Les Cayes. Desde entonces, numerosas consagradas impulsan en varios territorios diversos proyectos de carácter pastoral, educativo y sanitario, volcándose siempre con los sectores de la población más vulnerables.
Mientras, la tensión en el país es máxima. De hecho, masivas protestas, este lunes 22, contra el Gobierno del primer ministro, Ariel Henry (que sucedió en la práctica al presidente Jovenel Moïse tras ser asesinado el 7 de julio de 2021 durante un ataque a su residencia privada), degeneraron en violentos choques contra la policía, registrándose tres muertos. Las protestas buscan que el político, al que algunos achacan incluso una indirecta participación en la muerte de Moïse, no llegue al 7 de febrero en el cargo, pues, al ser ese el día en que tradicionalmente se inviste a los presidentes del país, entienden que será el modo de simbolizar su permanencia en el poder.