La muerte de Kenneth Eugene Smith en Alabama, prevista para el próximo 25 de enero, marcará “un nuevo estándar de deshumanidad en el mundo”. Así lo ha declarado en un comunicado recogido por Vatican News la Comunidad de Sant’ Egidio y, de producirse, será “la prueba de fuego del nivel actual de civilización”.
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Smith está en prisión desde hace 34 años por asesinato. La condena a muerte de Smith ya se había ejecutado hace año y medio, pero el hombre, debido a las dificultades para encontrar la vena “adecuada”, había conseguido sobrevivir a la inyección letal tras cuatro horas de agonía.
Por ello, el estado de Alabama ha decidido utilizar, por primera vez, el método de la hipoxia de nitrógeno, es decir, la asfixia provocada por la inhalación de nitrógeno absoluto. Un sistema considerado indoloro por el estado norteamericano pero prohibido incluso por la Asociación Internacional de Veterinarios por considerarlo demasiado cruel con los animales.
Cultura de la vida o cultura de la muerte
“El 25 de enero podría haber un cambio de civilización”, explica Mario Marazziti, principal interlocutor de la Comunidad de San Egidio para la abolición de la pena de muerte, “y es si aceptamos como normal matar a un ser humano de una forma que se considera bárbara incluso para los animales, utilizando a un ser humano como conejillo de indias, o no. Es la diferencia entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte”.
Kenneth Eugene Smith, que ahora tiene 58 años, fue contratado en 1988 por un predicador para matar a su esposa y cobrar el seguro de vida de la mujer. Por ello le pagaron 1.000 dólares. Tras el asesinato, el predicador se quitó la vida. “Ya han muerto cuatro personas en esta historia”, continuó Marazziti, “es una especie de ‘ensañamiento’ por parte del Estado, teniendo en cuenta que Smith lleva 35 años en la cárcel y que en la mayor parte de Occidente se sale de prisión a los 30 años”.
“Está en juego la vida de Kenneth Smith, pero junto con ella la vida de la civilización, que está bajando su nivel hasta la degradación de un asesinato bárbaro, una tortura que se quiere legitimar diciendo que es indolora”, reitera don Marco Gnavi, párroco de Santa María in Trastevere.