El obispo de Orihuela-Alicante, José Ignacio Munilla, presidirá el próximo domingo 28 de enero la celebración de la misa de espaldas en la Basílica de Santa María, organizada por el movimiento Santa Misa Tradicional.
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El prelado pronunciará la homilía en la ceremonia oficiada por Ramón Belda, nombrado oficialmente por el mitrado como capellán del Rito Extraordinario, limitado en julio de 2021 por el papa Francisco por su “instrumentalización ideológica”, pues “no podemos volver a esa forma ritual que los padres conciliares sintieron la necesidad de reformar”, tal y como justificó el Pontífice.
Freno del Papa a la misa ‘ad orientem’
El 16 de julio de 2021, Francisco acotó las licencias del motu proprio ‘Summorum Pontificum’ de Benedicto XVI referente a la celebración de la misa anterior a la reforma litúrgica del Vaticano II con su motu proprio ‘Traditionis custodes’. Este privilegio fue pensado para el acercamiento a la Iglesia de grupos tradicionales –algunos claramente cismáticos–.
Este cambio se venía cocinando desde 2019, cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe -entonces pilotada por Luis F. Ladaria, SJ- asumió las competencias de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei. Entonces se llevó a cabo una encuesta en todo el mundo para valorar cómo se ha desarrollado la liturgia celebrada según el llamado ‘rito extraordinario’ que rescató Benedicto XVI para los más nostálgicos en 2007 siguiendo la última edición del misal tridentino.
‘Traditionis custodes’ está organizado en ocho artículos en las que se confirman exclusivamente los decretos del Vaticano II como “única expresión de la lex orandi del Rito Romano”. Confirma además el papel del obispo con su “deber de regular las celebraciones litúrgicas en su diócesis” como responsable de aplicar este decreto acompañando a los fieles, así como reorganizar las parroquias específicas. Él sería el responsable de conceder algún permiso y no la arbitrariedad de un sacerdote.
Abuso de una excepcionalidad
El Papa explicaba en sus carta a los obispos que la facultad dada por Juan Pablo II primero para recuperar este rito antiguo “estaba motivada sobre todo por el deseo de favorecer la recomposición del cisma con el movimiento liderado por el arzobispo Lefebvre”. Esta licencia de uso era una excepcionalidad que “muchos dentro de la Iglesia” han convertido en norma.
Después, Benedicto XVI reguló algunos aspectos tras las “insistentes peticiones” de algunos fieles y considerando que el misal de 1963 “nunca” se había “derogado”. Así “invitó a los obispos a superar las dudas y los temores” de cara a un enriquecimiento mutuo.
Francisco constataba después los abusos producidos por esta facultad, que “ha sido aprovechada para aumentar las distancias, endurecer las diferencias y construir oposiciones que hieren a la Iglesia y dificultan su progreso, exponiéndola al riesgo de la división”. “Me entristecen por igual los abusos de unos y otros en la celebración de la liturgia”, explicaba el Papa.
Frente a la división
Francisco recalcaba que “el Concilio Vaticano II es el que ilumina el sentido de la decisión de revisar la concesión permitida por mis predecesores” y, por ello, reclamó “la reforma y el incremento de la liturgia”. “Hay que considerar que el Rito Romano, adaptado varias veces a lo largo de los siglos a las necesidades de los tiempos, no solo se ha conservado, sino que se ha renovado ‘en fiel obediencia a la Tradición’”, sentenciaba.
“Quienes deseen celebrar con devoción según la forma litúrgica anterior no encontrarán dificultad en encontrar en el Misal Romano, reformado según la mente del Concilio Vaticano II, todos los elementos del Rito Romano, especialmente el canon romano, que es uno de los elementos más característicos”, declaraba abiertamente.
Además, Francisco se moja al reconocer que “es cada vez más evidente en las palabras y actitudes de muchos que existe una estrecha relación entre la elección de las celebraciones según los libros litúrgicos anteriores al Concilio Vaticano II y el rechazo de la Iglesia y sus instituciones en nombre de lo que consideran la ‘verdadera Iglesia’”. “Es para defender la unidad del Cuerpo de Cristo que me veo obligado a revocar la facultad concedida por mis predecesores”, agregaba.
Por ello, confirmaba el Papa, “respondiendo a vuestras peticiones, tomo la firme decisión de derogar todas las normas, instrucciones, concesiones y costumbres anteriores al presente motu proprio, y de considerar los libros litúrgicos promulgados por los Santos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II, en conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II, como única expresión de la lex orandi del Rito Romano”.