Francisco ha invitado a “dejar de lado la centralidad de nuestras ideas para buscar la voz del Señor y dejarle iniciativa y espacio a Él”
El papa Francisco ha celebrado esta tarde en la basílica de San Pedro las vísperas de clausura de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, coincidiendo esta con la solemnidad de la Conversión del Apóstol San Pablo y en presencia de representantes de otras importantes confesiones cristianas, como Justin Welby, arzobispo de Canterbury, y el metropolitano Policarpo, representante del Patriarcado ecuménico.
“En el Evangelio que hemos escuchado”, ha dicho Francisco durante su homilía, “el doctor de la Ley, aunque se dirige a Jesús llamándolo ‘Maestro’, no quiere dejarse instruir por él, sino ‘ponerlo a prueba’, y le pregunta qué debe hacer para heredar la vida eterna. Hacer para heredar, hacer para tener: he aquí una religiosidad distorsionada, basada en la posesión más que en el don, donde Dios es el medio para obtener lo que quiero, no el fin a amar con todo el corazón”.
Sin embargo, Jesús, ha señalado el Papa, “es paciente e invita a ese doctor a encontrar la respuesta en la Ley de la que era experto, que prescribe: ‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo'”, a lo que el hombre pregunta “¿Y quién es mi prójimo?”.
“Si la primera pregunta corría el riesgo de reducir a Dios al propio ‘yo’”, ha continuado Francisco, “esta trata de dividir: dividir a las personas entre las que se deben amar y las que se pueden ignorar. Y dividir nunca es de Dios, sino del diablo”. Por su parte, Jesús “no responde teorizando”, sino “con la parábola del buen samaritano”, en la que es quien le da sentido a la palabra “prójimo” es, precisamente, “un hereje, un samaritano”. “Esto permite a Jesús concluir que la pregunta correcta no es ‘¿quién es mi prójimo?’ sino: ‘¿me hago yo prójimo?'”, ha aseverado el Papa, porque “solo este amor que se convierte en servicio gratuito, sólo este amor que Jesús proclamó y vivió, acercará a los cristianos separados los unos a los otros”.
Así, refiriéndose a la división entre las distintas confesiones cristianas, el Papa ha señalado que “entre nosotros nunca deberíamos preguntarnos ‘¿quién es mi prójimo?'”, porque “todo bautizado pertenece al mismo Cuerpo de Cristo; y más aún, porque toda persona en el mundo es mi hermano o mi hermana, y todos componemos la ‘sinfonía de la humanidad’, de la que Cristo es primogénito y redentor”.
Por otro lado, ha matizado que “precisamente cuando Saulo de Tarso, perseguidor de los cristianos, encuentra a Jesús en la visión de luz que lo envuelve y le cambia la vida, le pregunta: ‘¿Qué debo hacer, Señor?’“, y no ““¿qué debo hacer para heredar?”. “El Señor es el objetivo de la petición, la verdadera herencia, el sumo bien. Pablo no cambia de vida según sus propósitos, no se vuelve mejor por realizar sus proyectos. Su conversión nace de un cambio existencial, donde el primado ya no le pertenece a su perfección frente a la Ley, sino a la docilidad para con Dios, en una apertura total a lo que Él quiere”, ha afirmado Francisco.
“Todos los esfuerzos hacia la unidad plena están llamados a seguir el mismo itinerario de san Pablo, a dejar de lado la centralidad de nuestras ideas para buscar la voz del Señor y dejarle iniciativa y espacio a Él”, ha concluido. “Esta es la vía: caminar juntos y servir juntos, poniendo la oración como prioridad. En efecto, cuando los cristianos maduran en el servicio a Dios y al prójimo, crecen también en la comprensión recíproca”.