Más allá de las noticias de la prensa del corazón sobre el proceso de separación de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, su hija más pequeña, Irene Urdangarín comenzará una nueva etapa en su vida tras cumplir 18 años disfrutando de un año sabático y es que viajará hasta Camboya para trabajar como voluntaria junto al jesuita Kike Figaredo, prefecto apostólico de Battanbang.
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Año sabático
La benjamina de los Urdangarín Borbón ha comunicado la sorpresiva decisión a la familia a pesar de estar matriculada en unos estudios relacionados con la hostelería. Ahora, según ha publicado la revista ‘Hola’, su principal horizonte es pasar varios meses como cooperante en cuanto se saque el carné de conducir en Móstoles, tal como apunta el portal ‘Vanitatis’. También realizó el pasado mes de octubre un curso de la Cruz Roja y visitado con su madre en la India algunos de los proyectos que desarrolla el Área Internacional de la Fundación La Caixa. La revista asegura que tras esa visita, la joven visitó en solitario Camboya donde podría pasar seis meses.
Irene Urdangarín habría barajado otros destinos como India o Mozambique y sigue los pasos de su familia ya que alguno de sus hermanos, especialmente el mayor, Juan, ha estado en diferentes proyectos vinculados a entidades solidarias católicas vinculadas a jesuitas o capuchinos, por citar solo dos de ellas. Es más, Juan Urdangarín también realizó una experiencia similar en Battanbang y ha sido frecuente ver a la familia luciendo la pulsera de la oenegé vinculada con la fundación de Figaredo.
Tampoco el padre, Iñaki Urdangarín, es ajeno a las entidades sociales. Dentro de su programa en prisión colaboró como voluntario en el Hogar Don Orione en Madrid todos los martes y jueves durante seis horas desde que se le otorgó el permiso en septiembre de 2019. En el centro se atendían entonces 114 personas con discapacidad física e intelectual severa. “Somos una casa de puertas abiertas a todos. Eso es parte de nuestro carisma. Por eso, ahora, porque nos comprometa, no podemos decir que no. Eso es hacer trampa a Dios. A nadie se le pregunta a qué partido vota ni qué religión profesa: todos es todos”, señalaba el día de la llegada del ex duque de Palma el provincial de la Pequeña Obra de la Divina Providencia (Orionistas), José París.
Un obispo antiminas
Se da también la circunstancia de que el pasado mes de noviembre el rey Felipe VI recibió en La Zarzuela al jesuita Figaredo quien le agradeció la contribución de España a Camboya. Este país, y en concreto Battambang, es un territorio castigado por las dictaduras de los ‘Jemes Rojos’, que han dejado a su paso millones de minas antipersonas, convirtiendo a Camboya en el país más minado del Sudeste Asiático, estimando 2 millones de minas pendientes de explotar. Este rastro de minas mutila a unas cincuenta personas al mes, la mayoría niños, siendo una de las causas de pobreza del país, ya que deja inoperativos centenares de campos de cultivo.
El también presidente de Cáritas Camboya lleva dedicado al desarrollo económico y social de Battambang desde hace más de 35 años. En 1985 comenzó su misión en Camboya como voluntario en campos de refugiados, centrándose en el cuidado de personas con discapacidad. Fundo Banteay Prieb (Casa de la Paloma), un centro de formación profesional para personas con discapacidad, en el que actualmente estudian 200 jóvenes.
En Banteay Prieb se creó la silla de ruedas ‘Mekong’, produciendo y distribuyendo más de 1.400 en todo el país. También trabajó en la Campaña Internacional para Prohibir las Minas Terrestres, la cual impulsó la firma del tratado internacional de Ottawa en 1997. En el mismo año, Figaredo recibió el Premio Nobel de la Paz.