El Papa ha recibido a los participantes de la Plenaria del Dicasterio para la Doctrina de la Fe y ha vuelto a justificar la declaración con la que la Iglesia se abre a bendecir a parejas homosexuales y divorciadas
“Las bendiciones pastorales y espontáneas pretenden mostrar concretamente la cercanía del Señor y de la Iglesia a todos aquellos que, encontrándose en situaciones diferentes, piden ayuda para continuar –a veces para iniciar– un camino de fe”. De esta manera se ha referido el papa Francisco hoy a la Declaración ‘Fiducia supplicans’, con la que la Iglesia se abre a bendecir a parejas homosexuales y divorciadas.
En una audiencia con los miembros de la Plenaria del Dicasterio para la Doctrina de la Fe –encabezada por el prefecto, Víctor Manuel ‘Tucho’ Fernández, autor del documento–, el Pontífice ha querido hacer dos puntualizaciones sobre esta declaración. En primer lugar, que “estas bendiciones, fuera de cualquier contexto y forma litúrgica, no requieren perfección moral para ser recibidas”.
Y, en segundo lugar, que “cuando una pareja se acerca espontáneamente a pedirlo, no se bendice la unión, sino simplemente las personas que lo han solicitado juntas”.
“No la unión, sino las personas, naturalmente teniendo en cuenta el contexto, las sensibilidades, los lugares en los que se vive y las formas más adecuadas de hacerlo”, ha dicho refiriéndose, aunque sin citar, a África, pues allí varias conferencias episcopales han mostrado su rechazo, justificando –según el cardenal Fridolin Ambongo, presidente del Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM)– que en el continente no existe la homosexualidad.
Por otro lado, Jorge Mario Bergoglio ha recordado que “el Dicasterio se ve comprometido en el campo de la comprensión de la fe ante el cambio de época que caracteriza nuestro tiempo”. En este sentido, les ha compartido unas reflexiones deteniéndose en tres palabras: sacramentos, dignidad y fe.
En primer lugar, sacramentos: “En los últimos días habéis reflexionado sobre el tema de la validez de los sacramentos. La vida de la Iglesia se nutre y crece gracias a ellos. Por esto se requiere de los ministros particular cuidado al administrarlos y al revelar a los fieles los tesoros de gracia que comunican. A través de los sacramentos, los creyentes se vuelven capaces de profecía y testimonio. Y nuestro tiempo tiene una necesidad particularmente urgente de profetas de vida nueva y testigos de la caridad: ¡amemos, pues, y hagamos amar la belleza y la fuerza salvadora de los sacramentos!”.
En segundo lugar, dignidad. “Como cristianos, no debemos cansarnos de insistir en la primacía de la persona humana y en la defensa de su dignidad más allá de toda circunstancia”, ha señalado.
En tercer lugar, fe: “Es hora de volver a reflexionar y con mayor pasión sobre algunos temas: el anuncio y la comunicación de la fe en el mundo de hoy, especialmente a las generaciones jóvenes; la conversión misionera de las estructuras eclesiales y de los agentes pastorales; las nuevas culturas urbanas, con su carga de desafíos pero también con nuevas cuestiones de significado; finalmente y sobre todo, la centralidad del kerigma en la vida y misión de la Iglesia”.
Para el Pontífice, ‘guardar la fe’, misión del Dicasterio, se traduce hoy en “un compromiso de reflexión y discernimiento, para que toda la comunidad trabaje hacia una verdadera conversión pastoral y misionera kerigmática, que pueda ayudar también al camino sinodal en marcha”.
“Lo esencial, lo más bello, lo más atractivo y, al mismo tiempo, lo más necesario para nosotros es la fe en Cristo Jesús, que todos juntos, si Dios quiere, la renovaremos solemnemente durante el próximo Jubileo y cada uno de nosotros está llamado a anunciarla en cada hombre y mujer de la tierra. Esta es la tarea fundamental de la Iglesia, a la que di voz en ‘Evangelii gaudium’“, ha subrayado.