El papa Francisco ha rezado el ángelus ante los fieles presentes en la plaza de San Pedro, entre los que había muchos niños de la Acción Católica italiana que han participado en la llamada ‘Caravana de la Paz’. En los saludos finales, acompañado por dos niños, ha agradecido la labor de esta iniciativa y denunciado la situación de Myanmar pidiendo que se callen las armas y se transformen en humanidad y justicia a través del diálogo y la reconciliación entre los implicados. Para ello pidió que se abran los corredores de ayuda humanitaria. También pidió lo mismo para el Oriente Medio con la situación de Israel y Palestina o las víctimas de la guerra en Ucrania. El Papa celebró la liberación de las religiosas en Haití y pidió lo mismo para quien viven aún el secuestro y mostró su cercanía a la iglesia atacada en Estambul. No quiso olvidarse de la jornada de los enfermos de lepra, que afecta principalmente a los pobres y marginados.
Comentando el evangelio en el que Jesús libera a un endemoniado (cf. Mc 1,21-28), Francisco advirtió que la acción de demonio es que “quiere poseer para ‘encadenar nuestras almas’”; por ello, alertó, “debemos cuidarnos de las ‘cadenas’ que ahogan nuestra libertad. Intentemos, pues, poner nombre a algunas de las cadenas que pueden encadenar nuestro corazón”, exhortó.
En este sentido advirtió el Pontífice de “las adicciones, que nos hacen esclavos, siempre insatisfechos, y devoran energías, bienes y afectos”. “Pienso en las modas dominantes, que nos empujan a un perfeccionismo imposible, al consumismo y al hedonismo, que mercantilizan a las personas y estropean sus relaciones. Y también están las tentaciones y condicionamientos que minan la autoestima, la serenidad y la capacidad de elegir y amar la vida; está el miedo, que hace mirar al futuro con pesimismo, y la impaciencia, que siempre echa la culpa a los demás; y está la idolatría del poder, que genera conflictos y recurre a las armas que matan o se sirve de la injusticia económica y de la manipulación del pensamiento”, prosiguió.
Por ello, reclamó: “Jesús vino a liberarnos de todas estas cadenas”. “¡Atentos hermanos y hermanas, con el diablo no se dialoga nunca, porque siempre gana él!, no se negocia nada”, interpeló. “Jesús libera del poder del mal y –notemos bien– ¡nunca dialoga con el diablo! Nosotros, en cambio, dejamos a menudo que sus cadenas nos atenazan hasta que nos hacen demasiado daño, pero entonces es más difícil liberarnos de ellas. Cristo, en cambio, nos recuerda que nunca negociemos con el diablo”, alertó.
Ante la tentación, recomendó Bergoglio, hay que “invocar a Jesús: invocarle allí donde sentimos que las cadenas del mal y del miedo aprietan con más fuerza”. “Vete, deja en paz ese corazón, no dividas el mundo, las familias, nuestras comunidades; deja que vivan en paz, para que florezcan allí los frutos de mi Espíritu, no los tuyos. Para que reine entre ellos el amor, la alegría, la mansedumbre, y en lugar de violencia y gritos de odio haya libertad y paz, respeto y cuidado para todos”, podría gritar Jesús hoy. “Esto es lo que quiere Jesús, y nos confía este sueño de libertad a nosotros, a nuestra vigilancia –no conversar con el diablo– y a nuestra oración, que le permite restaurarnos”, añadió.