“El pueblo de Dios lleva dentro de sí ataduras opresoras que debe decidirse a abandonar. Nos damos cuenta de ello cuando nos falta esperanza y vagamos por la vida como en un páramo desolado, sin una tierra prometida hacia la cual encaminarnos juntos”. Así lo expresa el papa Francisco en su Mensaje de Cuaresma 2024.
Para Francisco, “el éxodo de la esclavitud a la libertad no es un camino abstracto”. Por eso, “para que nuestra Cuaresma sea también concreta, el primer paso es querer ver la realidad. Preguntémonos: ¿nos llega el grito de tantos hermanos y hermanas oprimidos? ¿Nos sacude? ¿Nos conmueve?”, se pregunta el Papa para luego contestar: “Muchos factores nos alejan los unos de los otros, negando la fraternidad que nos une desde el origen”.
Según señala el Pontífice, “si bien con el bautismo ya ha comenzado nuestra liberación, queda en nosotros una inexplicable añoranza por la esclavitud. Es como una atracción hacia la seguridad de lo ya visto, en detrimento de la libertad”.
En este sentido, vuelve a lanzar más preguntas al aire: “¿Deseo un mundo nuevo? ¿Estoy dispuesto a romper los compromisos con el viejo?”. Como reconoce Jorge Mario Bergoglio, “lo que hay que denunciar es un déficit de esperanza”, que “es un impedimento para soñar, un grito mudo que llega hasta el cielo y conmueve el corazón de Dios”.
Sin embargo, el Papa muestra su convicción de que este “éxodo puede interrumpirse”. “De otro modo no se explicaría que una humanidad que ha alcanzado el umbral de la fraternidad universal y niveles de desarrollo científico, técnico, cultural y jurídico, capaces de garantizar la dignidad de todos, camine en la oscuridad de las desigualdades y los conflictos”, reconoce.
Francisco indica que “en Cuaresma encontramos nuevos criterios de juicio y una comunidad con la cual emprender un camino que nunca antes habíamos recorrido”. “Podemos apegarnos al dinero, a ciertos proyectos, ideas, objetivos, a nuestra posición, a una tradición e incluso a algunas personas”, pero “esas cosas en lugar de impulsarnos, nos paralizarán. En lugar de unirnos, nos enfrentarán”. Sin embargo, “existe una nueva humanidad, la de los pequeños y humildes, que no han sucumbido al encanto de la mentira”.
Bergoglio sostiene que la Cuaresma es tiempo de actuar, y actuar es también detenerse (en dos vertientes): “Detenerse en oración, para acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante el hermano herido”, porque “el amor a Dios y al prójimo es un único amor”.
“No tener otros dioses es detenerse ante la presencia de Dios, en la carne del prójimo. Por eso la oración, la limosna y el ayuno no son tres ejercicios independientes, sino un único movimiento de apertura, de vaciamiento: fuera los ídolos que nos agobian, fuera los apegos que nos aprisionan. Entonces el corazón atrofiado y aislado se despertará”, agrega.
El Pontífice se muestra convencido de que “la dimensión contemplativa de la vida, que la Cuaresma nos hará redescubrir, movilizará nuevas energías”. “Delante de la presencia de Dios nos convertimos en hermanas y hermanos, percibimos a los demás con nueva intensidad; en lugar de amenazas y enemigos encontramos compañeras y compañeros de viaje. Este es el sueño de Dios: la tierra prometida hacia la que marchamos cuando salimos de la esclavitud”, completa.
Según expone el Papa, “la forma sinodal de la Iglesia, que en estos últimos años estamos redescubriendo y cultivando, sugiere que la Cuaresma sea también un tiempo de decisiones comunitarias, de pequeñas y grandes decisiones a contracorriente, capaces de cambiar la cotidianeidad de las personas y la vida de un barrio: los hábitos de compra, el cuidado de la creación, la inclusión de los invisibles o los despreciados”.
Por ello, invita “a todas las comunidades cristianas a hacer esto: a ofrecer a sus fieles momentos para reflexionar sobre los estilos de vida; a darse tiempo para verificar su presencia en el barrio y su contribución para mejorarlo. Que se vea la alegría en los rostros, que se sienta la fragancia de la libertad, que se libere ese amor que hace nuevas todas las cosas, empezando por las más pequeñas y cercanas”.
Francisco concluye su mensaje recordando que, “en la medida en que esta Cuaresma sea de conversión, entonces, la humanidad extraviada sentirá un estremecimiento de creatividad; el destello de una nueva esperanza”.