El cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo, ha iniciado hoy su ministerio en la iglesia de Santa María de Montserrat de los Españoles de Roma, en una misa donde han concelebrado otros cardenales como el presidente de los obispos españoles y arzobispo de Barcelona, Juan José Omella; el presidente de la Gobernación del Estado Ciudad del Vaticano, Fernando Vérgez; o el ex prefecto para la Doctrina de la Fe, Luis F. Ladaria; y que ha contado con la presencia de la embajadora de España ante la Santa Sede, Isabel Celaá.
En su primera Eucaristía en Montserrat, Cobo no ha dejado pasar la oportunidad de mostrar su “agradecimiento y comunión con el papa Francisco”, al tiempo que, huyendo de protagonismos, ha aclarado que esta misa es “una celebración de toda la Iglesia”.
Del mismo modo, ha aclarado que no toma posesión de Montserrat: “Me duele que ese lenguaje cale y se quede en el corazón. Cristo no nos llama a poseer nada, sino a acoger la suprema pobreza que es apoyarse solo en Él. Un cardenal nunca podrá tomar posesión, porque podría sonar a la pretensión de apropiarse de algo. Un sacerdote no toma posesión. Más bien se expropia al servicio de los demás. Es Cristo quien toma posesión porque hoy queremos que habite más en nosotros y sea su camino el que transitemos”.
El purpurado ha invitado a todos los presentes a abrir, junto a él, “tres pequeñas puertas -como las que abre Jesús para entrar en cada casa-” para que “Cristo sea más en nosotros y para que la misión se desarrolle”: la puerta de la obediencia, la puerta de la experiencia del servicio y la puerta de la tarea de ayudar a construir la Iglesia.
En primer lugar, “os ofrezco abrir la puerta de la obediencia. Una obediencia pobre y confiada al Señor. Nunca pensé, ni de lejos, estar hoy aquí; pero la obediencia a Dios nos pone en estos misteriosos disparaderos. Cuando uno dice ‘sí’ a Dios, le entrega sus propios planes y proyectos”.
Y ha continuado: “Vivo este momento con sorpresa pero como obediencia a la voluntad de Dios en mi vida. Porque se en lo hondo de mi corazón que ha sido Él quien me ha elegido para este ministerio. Y me presento con humildad y consciente de mi pequeñez, pero dependiendo de vosotros”.
En este sentido, “os invito a que hagamos todos lo mismo: abrir las puertas a la novedad de Dios y renunciar a nuestros propios deseos para apoyarnos unos en otros. Jesús no elige su propio camino. Su camino es el de la obediencia filial al Padre”.
En segundo lugar, “os invito a traspasar la puerta de la experiencia del servicio como entrega. Para servir hay que escuchar y acoger primero. Solo así atenderemos al estilo del Evangelio y no al nuestro. Implica oír demandas, entender las distintas sensibilidades, percibir las resistencias y tratar de armonizarlo todo”.
Según ha recordado Cobo, “hoy el Señor habla a través de cada persona que pasa a nuestro lado. También nos llama a escuchar las llamadas del diferente, de quien pueda mantener discrepancias con cada uno de nosotros: también a ellos nos ha enviado el Señor”.
Por eso, “deseo que nadie en nuestra Iglesia se sienta discriminado y fuera de lugar. Nadie por su origen, por su lengua, por su sexo, por su ideología política, puede quedar al margen de la Iglesia, ni de ninguna parroquia ni realidad eclesial”, ha aseverado.
En tercer lugar, “os ofrezco la puerta de la tarea de ayudar a construir la Iglesia. Es el Espíritu Santo quien construye la Iglesia y consolida su unidad. Lo hace teniendo como base la única piedra angular que es Jesucristo. Pedro es piedra en cuanto fundamento visible de la unidad de la Iglesia. Y cada bautizado está llamado a ofrecer a Jesús su propia fe, pobre, pero sincera, para que Él pueda seguir construyendo su Iglesia hoy”, ha subrayado.
Y “ello es imposible sin una Iglesia unida. Y, a su vez, la unidad solo es posible ‘cum Petro et sub Petro’. Para ello retomemos nuestra acogida al Papa y no solo como una cuestión formal y disciplinar sino como gustaba decir a santa Catalina de Siena: queriendo tiernamente al Papa”, ha indicado.
“Comunión afectiva y efectiva con el sucesor de Pedro. La razón no es otra que, en palabras del teólogo Joseph Ratzinger, ‘la comunión con el Papa es comunión con la totalidad, sin la cual no se puede dar la Comunión con Cristo'”, ha sentenciado citando a Benedicto XVI.
Por tanto, “en un mundo donde toda autoridad es cuestionada, donde andamos faltos de referencias incluso en la familia, la figura de Pedro nos cohesiona, agranda y visibiliza la verdad evangélica y apostólica”, ha afirmado, para luego rematar: “No hay Iglesia de Jesucristo sin el Papa, sea quien fuere”.
Foto: Archimadrid/ Daniel Ibáñez