La religiosa se encuentra en Puerto Príncipe desde 1999 atendiendo a los más vulnerables en un entorno de violencia
El pasado sábado, 3 de febrero, la hermana Paësie recibía una llamada inesperada: al otro lado de la línea, el papa Francisco la animaba, tal como recoge Vatican News, a continuar con su misión y a ocupar ese “pequeño rebaño” de más de 2.500 niños de la calle que, si no la tuvieran a ella, no tendrían a nadie.
Y es que esta religiosa se encuentra en Haití desde 1999, dedicándose a la atención de los niños del barrio más desfavorecido de la capital, Cité Soleil, donde la organización ‘Famille Kizito’ se ocupa de ellos. Tal como ha dicho la hermana a los medios vaticanos, esta llamada fue “una gran sorpresa” para ella: “Cuando sonó mi teléfono, obviamente no esperaba en absoluto que me llamara el Santo Padre. Me envió un mensaje de ánimo y me dio las gracias por estar ahí para los niños. Me aseguró sus oraciones. Eso me conmovió mucho”.
Asimismo, reconoce que lo que más le impresionó fue la voz del Santo Padre: “Sentí una gran dulzura y amabilidad. Obviamente, lo compartí con mi comunidad, mi equipo y algunos de los niños. Esto provocó alegría y esperanza en muchas otras personas, porque esta llamada no era solo para mí, era realmente un gesto hacia los niños y las personas más pobres de Haití”.
Por otro lado, la religiosa ha explicado la situación en la que nacen estos niños: “Desde hace varios años, en los barrios populares se producen enfrentamientos entre grupos armados. Las bandas son cada vez más poderosas y ya no se limitan a los barrios populares, sino que están presentes en prácticamente todos los distritos de la capital e incluso en varias ciudades del interior. Como consecuencia, la gente vive con verdadero terror a ser asaltada en cualquier momento. Cuando una banda invade un barrio, todo el mundo tiene que correr. Se ve a la gente correr con sus hijos. Se incendian casas y esto paraliza por completo las actividades del país. Y como los más pobres viven al día dependiendo de los mercados, cuando la situación empeora, cuando hay violencia en las calles, tiroteos y barricadas, los mercados no pueden funcionar. Esto aumenta enormemente la pobreza y el hambre”.
De hecho, la violencia en el país ha provocado el desplazamiento de más de 300.000 personas, según cifras de la ONU, dejando a estas personas en condiciones precarias, en barrios precarios. “No hay sitios, nada realmente organizado para acogerlas”, asegura la religiosa. “Casi cada semana, nuevos barrios son invadidos, por lo que cada vez, miles de personas tienen que huir y a menudo no pueden volver a casa. Porque una vez que un barrio ha sido invadido por una nueva banda la gente no se siente segura”. “Ahora vemos a gente durmiendo en la calle con sus hijos, algo que antes no existía en Puerto Príncipe”, lamenta, subrayando que sin la labor de organizaciones como la suya, estos niños estarían “abandonados a su suerte”.