“Una mamá puede privarse de tomar un colectivo y camina para ahorrar, pero de ninguna manera puede no darle de comer a sus hijos. Es decir, la comida no puede ser una variable de ajuste”. De esta manera, la Comisión Ejecutiva del Episcopado argentino se expresaba en un mensaje titulado: ‘El pedido del pan de cada día es un clamor de justicia’.
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Con la firma de su presidente, Oscar Ojea, los vicepresidentes Marcelo Colombo y Carlos Azpiroz Costa, op, y del secretario general, Alberto G. Bochatey, osa, afirmaron que entre las necesidades primarias está el alimento. Por eso Jesús se identifica con los últimos en la fila de la vida, con quienes padecen hambre: ‘Tuve hambre y me diste de comer’ (Mt. 25, 35).
La situación actual
Reafirmaron que en la Argentina nadie debería pasar hambre porque es una tierra bendecida de pan. Pero, ahora, a miles de familias se les hace difícil alimentarse bien.
Destacaron que la inflación crece, desde hace años, y “pega fuertemente en el precio de los alimentos”. Esta se refleja en la clase media trabajadora, los jubilados y en quienes no ven crecer sus salarios, en la economía popular, donde se trabaja sin derechos (vendedores ambulantes, recicladores, feriantes, pequeños agricultores, ladrilleros, costureros, los que realizan tareas de cuidado y servicio).
Con un escenario de trabajo sacrificado y bajos ingresos, las familias se privan de muchas cosas, “pero de ninguna manera puede no darle de comer a sus hijos. Es decir, la comida no puede ser una variable de ajuste”, señalaron.
No profundizar la crisis alimentaria
Los miembros de la Ejecutiva consideraron que es necesario anticiparse para que no se profundice la crisis alimentaria. Por eso, indicaron que se debe facilitar de lo necesario a las personas y a las comunidades para ayudar a los más frágiles (chicos y mayores adultos). Refirieron la carta del Domingo de Pascua, del 12 de abril de 2020, en la que el papa Francisco dirigió a los Movimientos Populares, en la que señala que ante una crisis es necesaria la comunidad.
Para los prelados, la pandemia enseñó el valor de la respuesta comunitaria organizada para curar, cuidar y compartir. Así, se multiplicaron los comedores en las parroquias, en las todas las Iglesias, y en los movimientos populares. Y subrayaron el protagonismo de las mujeres que pensaron en sus hijos y en los de los vecinos, formaron comunidad frente a un desafío inédito. “Si queremos trabajar por la paz social, tenemos que reconocer en primer lugar el valor del otro en cuanto otro, y su aporte al bien común”.
Como “esta reserva está todavía presente”, los obispos pidieron que los Estado nacional, provincial y municipal, aprovechen estos canales para que nadie se quede sin el pan cotidiano: “Todos los espacios de cuidado que dan de comer, todos los comedores comunitarios, de parroquias, Iglesias evangélicas, y de movimientos populares deben recibir ayuda sin dilación“. Ningún sector podría hacerlo solo.
Como ejemplo, señalaron que ante la complejidad de la crisis, estimaron que programas como el de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) tiene un impacto muy positivo, son fácilmente auditables (den cuenta de su transparencia) y pueden aplicarse a todos estos lugares y contribuir a optimizar la ayuda sin descuidar a nadie.
Finalmente, la Comisión Ejecutiva de la CEA, sostuvo que toda esta comunidad, “verdadero ejército de amor y servicio”, está dispuesta a seguir brindando comida, sin renunciar a seguir poniéndose la patria al hombro, para que “se haga realidad el sueño de tierra, techo, y trabajo para cada familia”.