El 40% de los jóvenes españoles no encuentra ninguna relación entre el cambio climático y la pobreza en el mundo y las desigualdades. Así se desprende de las conclusiones del ‘Estudio sobre la percepción de los jóvenes sobre la injusticia climática. Conexión entre pobreza y crisis climática’ elaborado por la consultora GfK para Manos Unidas.
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Del mismo modo, solo uno de cada diez sabe lo que significa la justicia climática, según recoge la encuesta elaborada con motivo del lanzamiento de la campaña 2024 contra el hambre de la ONGD de la Iglesia: ‘El efecto ser humano’.
Del estudio se desprende que un 76% de los jóvenes en España cree que la crisis climática es real y una gran mayoría está preocupada por la situación, tienen una alta sensibilidad hacia las cuestiones ambientales y saben perfectamente que el futuro de todos está ligado en buena medida a nuestra capacidad para cuidar de la tierra y de sus recursos.
Los pobres pagan los excesos de los ricos
Por eso, el tema central de la nueva campaña de Manos Unidas tiene como objetivo que los jóvenes comprendan que los países más pobres son también los más vulnerables al cambio climático.
El estudio ha medido también la disponibilidad real de los jóvenes a cambiar sus propios estilos de vida y de consumo, suponiendo que esto contribuya a construir una verdadera justicia climática.
Los resultados señalan que los jóvenes son conscientes de que hay una conexión directa entre nuestros patrones de producción y de consumo a nivel mundial, y el deterioro del planeta. También constata una cierta disposición de los jóvenes a hacer cambios en sus estilos de vida y de consumo (seis de cada diez), reflejados en temas como la alimentación, el transporte, la ropa o la movilidad.
Siete de cada diez jóvenes españoles consideran que las acciones de las empresas y los gobiernos de los países desarrollados son las que más
pueden contribuir, poniendo en último lugar, con solo un 47%, los cambios en el propio estilo de vida y de consumo.
Cambiar mientras no afecte su economía
Pero siempre tendrán mayor disposición a cambiar en aquello que trastoque menos su propia economía (dejar de desperdiciar comida, optar por alimentos de temporada, trasladarse a pie o en bici, reciclar, alargar la vida útil del móvil, reducir el uso de plásticos, etc.), que cambiar en aquellas cosas que les suponga una merma económica (comprar ropa de calidad que dure más tiempo, apostar por marcas sostenibles, comprar un coche eléctrico, etc.).
En las conclusiones del estudio se aprecia que existe en los jóvenes una convivencia simultánea entre esperanza y pesimismo. Creen que es posible cambiar hacia un mundo mejor, pero al mismo tiempo, se reconocen “pesimistas” en la medida en que para que esto acontezca, es necesario el compromiso y la participación de todos los actores (gobiernos, empresas, sociedad, individuos).