La coordinadora de la Comisión Diocesana de Madrid que lucha contra esta lacra participará esta tarde en la vigilia de oración de esta jornada mundial en la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe
“Cuando veo el lema caminando por la dignidad y pienso en personas concretas víctimas de la trata que he conocido, pienso que a ellas no les está permitido caminar por la dignidad porque no tienen la posibilidad de ejercer la mayoría de sus derechos”. Con estas palabras, Begoña Iñarra, la coordinadora de la Comisión Diocesana contra la trata de Madrid y Misionera de Nuestra Señora de África, arranca su reflexión con motivo de la Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata de Personas.
Con este punto de partida, denuncia el drama que viven miles de mujeres que “están sometidas a una prostitución lo que va contra su deseo; están sujetas a una ‘madame’ o a un ‘traficante’ que les quita su libertad de decidir sobre su vida; están sometidas a los deseos de sus clientes”.
Esta realidad doliente será el epicentro de la vigilia de oración que la archidiócesis madrileña celebrará hoy a partir de las 20:00 horas, en la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe (Puerto Rico, 1). Estará presidida por José Luis Segovia, vicario episcopal de Pastoral Social e Innovación bajo el lema ‘Caminando por la dignidad: escuchar, soñar, actuar”, en el marco de la memoria litúrgica de santa Josefina Bakhita, religiosa ugandesa que fue vendida como esclava durante su infancia.
Para la coordinadora de la comisión contra la trata, urge “crear una mayor conciencia del fenómeno de la trata de personas y reflexionar sobre la situación de violencia e injusticia que afecta a la vida de tantas personas”. A la par, considera necesario “aportar soluciones para contrarrestar la trata de personas mediante la adopción de medidas concretas”. “Cuando veo el lema ‘Caminando por la dignidad’ y pienso en personas concretas víctimas de la trata que he conocido, pienso que a ellas no les está permitido caminar por la dignidad porque no tienen la posibilidad de ejercer la mayoría de sus derechos”, subraya Iñarra.
Oración y acción se convierten por tanto en herramientas imprescindibles para acabar con toda forma explotación que afecta a tantas “personas del mundo sin distinción de nacionalidad o ubicación geográfica”, desde la prostitución a quienes trabajan con unos salarios ínfimos, que les convierten, como señala el Papa Francisco, en “los nuevos esclavos del siglo XXI”.