Vaticano

Francisco se apunta a desmasculinizar la Iglesia

El Papa prologa el libro que recoge las reflexiones de los teólogos Luca Castiglioni, Lucia Vantini y Linda Pocher en el Consejo de Cardenales del pasado diciembre





El Italia ha visto la luz el libro ‘¿Desmasculinizar la Iglesia? Comparación crítica sobre los “principios” de Hans Urs von Balthasar’ de Paoline, una obra que recoge la intervención del sacerdote Luca Castiglioni y las profesoras Lucia Vantini y la salesiana Linda Pocher en el Consejo de Cardenales del pasado mes de diciembre. El papa Francisco ha prologado este libro en el que se reflexiona sobre el papel de la mujer en la Iglesia –texto adelantado por los medios vaticanos–.



La presencia y la contribución de las mujeres a la vida y al crecimiento de las comunidades eclesiales a través de la oración, la reflexión y la acción son realidades que siempre han enriquecido a la Iglesia y constituyen su identidad”, señala el Papa en su escrito. A su vez, lamenta que durante el Sínodo descubrieron que “no habíamos escuchado lo suficiente la voz de las mujeres en la Iglesia y que la Iglesia todavía tiene mucho que aprender de ellas”.

Escuchar la voz

Por ello reclama: “Es necesario escucharnos unos a otros para ‘desmasculinizar’ la Iglesia, porque la Iglesia es una comunión de hombres y mujeres que comparten la misma fe y la misma dignidad bautismal”. Para Francisco, “escuchando verdaderamente a las mujeres, los hombres escuchamos a alguien que ve la realidad desde otra perspectiva y así nos vemos llevados a revisar nuestros proyectos, nuestras prioridades. A veces estamos perdidos. A veces lo que escuchamos es tan nuevo, tan diferente a nuestra forma de pensar y de ver, que nos parece absurdo y nos sentimos intimidados. Pero esta desorientación es saludable, nos hace crecer”.

De este proceso, confiesa Bergoglio, surgió la invitación a estos teólogos, Lucia Vantini, Luca Castiglioni y Linda Pocher, para que, con la ayuda del Espíritu, “nos ilumine y nos ayude a comprender, a encontrar un lenguaje y un pensamiento eficaz para dirigirnos a las mujeres y a los hombres de hoy, en la Iglesia y en el mundo, para que crezca la conciencia de la reciprocidad y la práctica de la colaboración entre hombres y mujeres”. Y concluye con un deseo: “Esto es lo que quiero en este momento del proceso sinodal: que no nos cansemos de caminar juntos, porque solo cuando caminamos somos lo que debemos ser, el cuerpo vivo del Resucitado en movimiento, saliendo, al encuentro de nuestros hermanos y hermanas, sin miedo, en las calles del mundo”.

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