Este domingo, en la Basílica de San Pedro, el papa Francisco -uno de sus más cercanos devotos- presidió la ceremonia de canonización de Mama Antula, la laica argentina que dejó un enorme legado espiritual en la Argentina.
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María Antonia de San José, Mama Antula, nació en Silípica (Santiago del Estero) en 1730 y murió en Buenos Aires en 1799. Se trata de la primera santa nacida en este territorio, que vivió su misión peregrinando a lo largo del país.
Más de 500 concelebrantes participaron de esta celebración. A los miembros de la familia Antuliana, presentes en la Basílica, se sumaron obispos, sacerdotes, religiosos y laicos. Entre los presentes, estuvo también el presidente de la República Javier Milei, con algunos miembros de su gabinete: la secretaria de Presidencia, Karina Milei, el ministro del Interior, Guillermo Francos, la canciller Diana Mondino, y la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello. También asiste el gobernador de la provincia de natal de la Santa, Gerardo Zamora y su esposa, la funcionaria Claudia Ledesma Abdala, y el jefe de Gobierno de la ciudad autónoma de Buenos Aires, Jorge Macri.
Ciento veinticinco años después
La fundadora de la Santa Casa de Ejercicios caminó más de 4000 kilómetros para retomar el camino iniciado por los jesuitas de anunciar a Jesucristo en estas tierras. Una vez que ellos fueron expulsados, como discípula misionera continuó con esta tarea y se acercó a los más necesitados para instruirlos, acompañarlos y servirlos.
Finalmente, en Buenos Aires, logra organizar un grupo de mujeres que tendrán como misión ofrecer estos ejercicios ignacianos y comenzar la faraónica construcción de la casa donde cobijarlos, sorteando las dificultades del momento. Ciento veinticinco años después, se sigue cumpliendo el objetivo de la Santa, para mayor Gloria de Dios y al servicio de los hombres.
Los milagros
Dos milagros permitieron que Mama Antula sea proclamada Santa. En primer lugar, el Santo Padre autorizó en el 2016 la publicación de un milagro atribuido a su intercesión. La curación de la hermana Rosa Vanina, de las Hijas del Divino Salvador, congregación fundada por la Santa, llevó a la beatificación de María Antonia.
El segundo milagro ocurrió en el año 2017. El santafesino Claudio Perusini tuvo un accidente cerebrovascular que lo incapacitó y lo dejó en estado vegetativo. La oración incesante de familiares y amigos a Mama Antula para pedirle su curación tuvo un eficaz resultado. Poco a poco, Perusini fue recobrando su salud. Habiéndose cumplido todas las etapas del proceso de canonización, el Papa aprobó este milagro, que habilitó esta instancia de gracia para toda la Iglesia.
“Se desgastó en primera persona”
El cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para la Causa de los Santos, leyó una breve biografía de la beata. En la continuidad de la celebración, el Santo Padre a las 5.45 (hora argentina) proclamó “Santa” a María Antonia de la Paz y Figueroa, santa Mama Antula.
En la homilía el papa Francisco habló, según la lectura del día referida a la curación del leproso. Allí, claramente se ve cómo la lepra y la marginación son dos males que Jesús quiere liberar.
El Papa dijo que se veían tres lepras del alma: el miedo, prejuicios y la falsa religiosidad, que hace sufrir a las personas débiles, descartándolas. “Hermanos, hermanas, no pensemos que sean solo cosas del pasado, cuántas personas que sufren encontramos en las aceras de nuestras ciudades y cuántos miedos, prejuicios, incoherencias, aun entre los que creen y se profesan cristianos y estos miedos continúan a herirlos interiormente, también en nuestro tiempo”, aseguró.
Luego, señaló el camino que Jesús toma ante esta situación; dos gestos, toca y sana. Jesús es cercano, Jesús sana, indica cercanía, compasión y ternura. Jesús se hizo hombre para tocar nuestra pobreza, y frente a la lepra más grave, la del pecado, no dudó en morir en la cruz, para tocar nuestra realidad humana hasta lo más oscuro.
Sobre Mama Antula, el Santo Padre expresó que fue un modelo de celo apostólico, tocada por Jesús gracias a los ejercicios espirituales, en un contexto marcado por la miseria material y moral. Se desgastó en primera persona, en medio de mil dificultades para que muchos otros pudieran vivir su misma experiencia. Llegó a Buenos Aires en el siglo XVIII, y gracias a la Divina Providencia se hizo camino en las calles, en los caminos, en las fábricas, a través del trabajo de la justicia y el paz cotidiano en la mesa de los más pobres. “Recemos hoy a María Antonia, santa María Antonia de Paz de San José para que nos ayude mucho”, pidió el Papa.