Desde hace unas horas, tras aprobarlo su Parlamento (con 176 votos favorables, 76 en contra, 46 abstenciones y dos sufragios nulos) en la noche de este 15 de febrero, Grecia se ha convertido en el primer país de mayoría cristiana ortodoxa en el que una pareja homosexual puede casarse y adoptar a menores. Desde 2015, tras impulsarlo el entonces primer ministro Alexis Tsipras, de Syriza (que en España tendría su equivalente en Podemos o Más País), el país heleno sí permitía el registro de uniones civiles para dos personas del mismo sexo, pero esto apenas otorgaba derechos a dichas parejas y no se incluía la adopción. Un paso que ahora sí se da con la catalogación de matrimonio civil.
La medida, impulsada por el Gobierno conservador de Nueva Democracia, ha creado una fuerte convulsión social. A nivel sociológico, las encuestas nos muestran a un país prácticamente dividido por la mitad entre quienes comparten la nueva legislación y quienes la rechazan. Lo cual se ha traducido también en lo político. De hecho, buena parte de los diputados de la formación gobernante han votado en contra de la misma o se han abstenido, saliendo adelante con el apoyo de los tres principales partidos de izquierdas en la oposición: el socialista Pasok, Syriza y Nueva Izquierda. Por su parte, las otras tres formaciones derechistas del arco parlamentario, así como el Partido Comunista, se han opuesto a la medida.
Quien, pese a la fractura interna en su grupo político, se ha felicitado por la aprobación del matrimonio igualitario, ha sido el primer ministro heleno, Kyriakos Mitsotakis, destacando en su intervención parlamentaria que estamos ante “una reforma que mejora la vida de varios de nuestros conciudadanos, sin quitar nada de la vida de los demás. Personas que hasta hace poco eran invisibles, finalmente, pueden volverse visibles”. Así, “a partir de mañana, una barrera más entre nosotros será suprimida y se convertirá en un punto de coexistencia en un Estado libre entre ciudadanos libres”.
A nivel religioso, el gobernante también tuvo unas palabras hacia la Iglesia ortodoxa griega, recordando a sus representantes esta sentencia de Jesús en el Evangelio: “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Una frase cargada de fuerza simbólica y con la que Mitsotakis quiso dejar claro que se trata de una ley civil aprobada en un Parlamento en el que están representados todos los ciudadanos, de todas las ideas y creencias, siendo evidente que no se adentra en el matrimonio religioso, perteneciente a un ámbito exclusivamente eclesial. De ahí que buscara un tono conciliador: “El Estado respeta las posiciones de la Iglesia, basándose siempre en los papeles distintos que juegan las dos instituciones”.
Sin embargo, el rechazo en el seno de la Iglesia ortodoxa griega ha sido frontal. Hasta el punto de que Su Beatitud Jerónimo II, arzobispo de Atenas y patriarca de Grecia, exigió que la votación en el Parlamento fuera “nominal”, pudiendo conocerse el signo de cada sufragio. Algo que no era baladí, pues Serafín, metropolitano del Pireo, llegó a decir que cualquier diputado que votara a favor del matrimonio homosexual “no puede seguir siendo miembro de la Iglesia”. En definitiva, la ortodoxa griega, cuya influencia sigue siendo enorme en el país heleno, se muestra convencida de que esta ley “abolirá la paternidad y la maternidad”.
Cuatro días antes de la votación, el partido ultraderechista Niki (que se traduce por Victoria), cuyo lema es ‘Fe, nación, familia’, convocó una manifestación en Atenas para protestar contra el proyecto. Asistieron unas 1.500 personas, entre las que se hicieron visibles numerosos ortodoxos, que levantaban al cielo sus cruces e iconos, e incluso hubo varios clérigos en el escenario, no dudando en intervenir. Tras la marcha, el líder del partido, Dimitris Natsios, declaró a Associated Press que, “desafortunadamente, la agenda de los liberales extremistas ha llegado también a Grecia, y esa agenda incluye el matrimonio entre homosexuales”.
“Grecia es un país cristiano ortodoxo y nuestra tradición no permite esto. Hay solo un tipo de matrimonio que reconocemos y respetamos: el cristiano ortodoxo. Nuestra Constitución tampoco contempla esto, así que esta propuesta es anticonstitucional y contradice nuestra en fe en Cristo”, zanjó.