El campo se echa a la carretera. Literalmente. La oleada de protestas de los agricultores franceses que arrancó hace unas semanas se ha contagiado a toda Europa. Y también ha llegado a la España vaciada, con protestas de diferente cuño, que en algunos casos han llegado a colapsar tanto autovías como el centro de algunas ciudades. Entre las principales quejas, se encuentra la escasa flexibilidad de la normativa europea de sostenibilidad que ahoga a los productores, el doble rasero entre los productos comunitarios y los generados en terceros países, la fluctuación de los precios en la cadena alimentaria, la política fiscal, la carga burocrática…
Algunos obispos rurales han salido al encuentro con estas preocupaciones. El obispo de Zamora, Fernando Valera, a través de una carta, recuerda que la Administración “deberían posibilitar que los hombres y mujeres del campo puedan seguir desarrollando su actividad en beneficio de toda la comunidad”. “Para los cristianos la agricultura y la ganadería son vocaciones sagradas, en ellas se expresa la responsabilidad dada por Dios de cuidar y cultivar la tierra”, apuntala.
No se ha quedado atrás el obispo de Salamanca, José Luis Retana, que en su mensaje de Cuaresma ha invitado a los creyentes a no “ser insensibles” ante las “justas demandas expuestas de manera cívica” por los trabajadores del campo. “Las trabas administrativas, los bajos precios, la productividad controlada y subvencionada no reconocen, en muchos casos, la dignidad de estas personas, de sus familias y de su trabajo”, expone Retana, que va más allá: “Su grito desesperado no debería pasar desapercibido para la comunidad, porque no es el problema de unos pocos sino de todos”. “No podemos abandonar en sus justas reivindicaciones y en la atención pastoral que requieren”, insiste.
“La Iglesia ha estado siempre presente en estas movilizaciones, pues muchos de nuestros militantes y cristianos están entre esos grupos de agricultoras y ganaderos que se manifiestan y que llevan generaciones cuidando la tierra”, comparte con ‘Vida Nueva’ Juan Manuel Medina, miembro del Movimiento Rural Cristiano y anterior secretario nacional de esta plataforma católica. Desde ahí se suma al rechazo a “políticas que olvidan las explotaciones familiares, dejándolas casi en el ostracismo, que llevan a lo que vemos hoy en la carretera”.
Sobre la razón de ser de las actuales protestas, este trabajador del campo extremeño apunta que “la opción del Movimiento es optar por la explotación familiar”, en tanto que “crea riqueza en los pueblos”. “Los grandes latifundios, la agroindustria y los fondos de inversión no se están manifestando, entre otras cosas porque presionan de otras formas”, alerta, convencido de que “el contacto con la tierra, su cultivo e identificación con ella requiere conocerla y amarla”. “No puede ser objeto solo de cálculos fríos”, sentencia. Para ello, se remite a la llamada que el papa Francisco realiza en ‘Laudato si’’, cuando plantea que “mientras ‘labrar’ significa cultivar, arar o trabajar, ‘cuidar’ significa proteger, custodiar, preservar, guardar, vigilar”.
Con este punto de partida, afirma que “el equilibrio con la tierra, además de personal, es de todos”. “Las leyes nos lo tienen que permitir y no romper”, asevera, desde el convencimiento de que “la defensa del pobre y pequeño es la ley” y de que “legislar solo por presión o por el interés general olvidando el bien común lleva a acometer injusticias que hay que condenar”. Por eso, se muestra crítico con la actual dinámica comercial: “Abandonar la cadena de valor de los alimentos en manos del libre mercado permite especulación y explotación de forma que la injusticia no solo es con el pequeño agricultor o ganadero europeo, sino con todos a nivel mundial como ha puesto de relevancia el Papa en varias ocasiones”.