La muerte de Alexei Navalny, el mayor crítico contra el régimen de Vladimir Putin en Rusia y quien el 16 de febrero, con apenas 47 años, falleció repentinamente en una cárcel del Ártico, ha generado una oleada de críticas en buena parte de la comunidad internacional, denunciando muchos que se ha tratado de un asesinato. De hecho, ya fue envenenado en 2020 y, cuando su familia ha ido a reconocer su cadáver en la morgue, se han encontrado con que allí no había ningún cuerpo, lo que ha generado todo tipo de especulaciones.
A nivel eclesial, ya a las pocas horas de conocerse la muerte, se pronunció el secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin, que reconoció a los medios que “esta noticia nos sorprende y nos llena de dolor”. Y más cuando “pensaba que la cuestión se podría haber resuelto de otra manera”.
Con mayor contundencia se ha expresado en sus redes sociales Georg Bätzing, obispo de Limburgo y presidente de la Conferencia Episcopal Alemana. De un modo directo, ha sentenciado que “las vidas humanas no parecen contar para Putin”. Concretamente, “la muerte de Alexei Navalny es estremecedora” y “muestra lo inhumano que es el régimen de Putin cuando se pisotean los derechos humanos y las leyes en un supuesto Estado de derecho”.
Como era de esperar, no ha habido ningún pronunciamiento público por parte de Kirill, patriarca ortodoxo de Moscú. Eso sí, como confirma la agencia SIR, en San Peterburgo, donde la policía está deteniendo a todos aquellos ciudadanos que tratan de depositar una flor o una foto en la Piedra Solovetsky (también conocida como el Muro de los Dolores, es un monumento que rinde homenaje a todas las víctimas del régimen soviético), ha sufrido lo mismo el obispo de ortodoxo apostólico Grigori Mijnov-Vaitenko.
Según el medio italiano, su detención se produjo cuando el prelado se disponía a celebrar un funeral en memoria de Navalny en la propia Piedra Solovetsky. Junto a él, la policía se habría llevado por la fuerza a otras seis personas y dispersado a la multitud que quería asistir a la ceremonia.
La sede metropolitana del Patriarcado ortodoxo en San Petersburgo ha salido a aclarar que dicho obispo no pertenece a su jurisdicción, por lo que lo mejor es “ignorar sus declaraciones y llamamientos en el espacio público”.