Días atrás, el 15 de febrero, el Parlamento de Grecia (con 176 votos favorables, 76 en contra, 46 abstenciones y dos sufragios nulos) hizo que su país se convirtiera en el primero de mayoría ortodoxa en el que una pareja homosexual puede casarse y adoptar a menores.
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La aprobación del matrimonio igualitario, impulsada por el Gobierno conservador de Nueva Democracia, era un compromiso personal del primer ministro heleno, Kyriakos Mitsotakis, que, en el debate parlamentario, destacó que estamos ante “una reforma que mejora la vida de varios de nuestros conciudadanos, sin quitar nada de la vida de los demás. Personas que hasta hace poco eran invisibles, finalmente, pueden volverse visibles”. A nivel religioso, interpeló a la Iglesia ortodoxa con esta sentencia de Jesús: “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
Rechazo frontal
Pero el rechazo en el seno de la ortodoxia ha sido frontal y Jerónimo II, arzobispo de Atenas y patriarca de Grecia, exigió que la votación en el Parlamento fuera “nominal”, pudiendo conocerse el signo de cada sufragio. Algo que no era baladí, pues Serafín, metropolitano del Pireo, anunció que cualquier diputado que votara a favor del matrimonio homosexual “no puede seguir siendo miembro de la Iglesia”. Y es que la ortodoxa griega, cuya influencia sigue siendo enorme en el país heleno, se muestra convencida de que esta ley “abolirá la paternidad y la maternidad”.
Y así ha sido… Una semana después de la aprobación del matrimonio gay en el Parlamento, este jueves 22 de febrero, la Santa Metrópoli del Pireo convocó una asamblea sacerdotal extraordinaria en la Catedral de Panagia Triada. Con el fin de “hacer frente a las consecuencias de la aprobación de la ley sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo”, el obispo Serafín llamó a discernir sobre el tema y establecer una resolución.
Contra la doctrina, la ética y la cultura
En su intervención, el prelado ortodoxo advirtió sobre este paso adelante por “la agenda ‘woke’” para “la deconstrucción de la doctrina, la ética y la cultura cristianas”. Tras ello, hubo “un profundo debate en los Consejos Eclesiásticos y los Comités de Gestión de las parroquias y fundaciones de la Iglesia”.
Concluido el proceso, la resolución fue clara: “La aprobación de dicha ley por nuestro Parlamento nacional distorsiona y pervierte la antropología y la fisiología de la Creación de Dios, intentando blasfemamente anular la Ley divina, que nos es transmitida por el Antiguo y el Nuevo Testamento, a instancias de la agenda ‘woke’, y se opone frenéticamente al marco canónico de la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica, dada a ella por el Espíritu Santo”.
Renuncia voluntaria
Siendo los diputados que han votado a favor del matrimonio gay “despreciadores de la ley divina y contrarios a la salvación”, así como “cómplices implícitos” que han llevado al “menoscabo de la obra de la salvación y del mensaje evangélico”, la Iglesia ortodoxa del Pireo concluye que “han perdido voluntariamente su condición de cristianos”, por lo que no pueden acceder a los sacramentos. Y es que “la comunión con ellos conlleva, para los débiles, la corrupción de la fe y la anulación de la obra de la Iglesia”.
En definitiva, “con el fin de proteger nuestro ministerio y respetar nuestra responsabilidad ante el Santísimo Dios, (…) interrumpimos nuestra comunión con quienes votaron contra la ley divina, con todo lo que ello implica, no invitándoles a ninguno de los actos de nuestras parroquias, hasta su arrepentimiento efectivo mediante la anulación por el Parlamento nacional de esta legislación obscena”.
El documento, durísimo, concluye con un llamamiento “al pueblo fiel de Dios al arrepentimiento práctico por la blasfemia y atropello contra nuestra inviolable fe que se cometió con la aprobación de la Ley 5089”.