El vacío se nota en misa. Y no solo ocupa, también preocupa. El 58,3% de los españoles se reconoce como católico ante las preguntas del barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Hace veinte años, daban un paso al frente el 80,8% de los ciudadanos. Una confesión civil y cultural que sigue a la baja. Además, solo uno de cada diez creyentes españoles asegura acudir a la eucaristía dominical. O lo que es lo mismo, hay más fuera que dentro. Alejados, rebotados o, directamente, sin haber tenido contacto alguno con el hecho religioso. Ni experiencia de Dios ni saber siquiera qué son las bienaventuranzas o qué significa la palabra mitra.
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Es la razón de ser del llamado ‘Primer Anuncio’, esto es, cómo dar a conocer a Cristo en una sociedad descreída. Es el eje del Encuentro de Laicos celebrado entre el 16 y 18 de febrero en Madrid, en las instalaciones de la Fundación Pablo VI y la Universidad CEU San Pablo. Aforo completo. Más de 700 participantes, en su inmensa mayoría seglares, que llevan las riendas de la pastoral evangelizadora en sus diócesis, congregaciones o realidades eclesiales varias. Juntos en un laboratorio de ideas y experiencias para coordinar proyectos que reconecten con el hombre y la mujer de hoy.
“Ya son varias décadas en las que, especialmente en Europa, el hombre viene marcado por la secularización o, con otra acepción, la descristianización”, admitió en la apertura de esta particular cumbre el nuncio Bernardito Auza, que vino a reforzar esas coordenadas en las que se mueve hoy la Iglesia. “Son muchos los que pueden llevar una vida sin que su destino esté marcado por ningún signo religioso que les transporte a la fe”, dejó caer el diplomático filipino. Y si el embajador vaticano dibujó el mapa social, el presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Juan José Omella, ofreció unas primeras pistas sobre cómo ha de acercarse la Iglesia y cuáles son las actitudes a evitar.
“No se evangeliza como el llanero solitario de las películas, que sale con el caballo a matar a los malos”, apuntó con su inherente espontaneidad el también arzobispo de Barcelona, convencido de que “es preciso, sobre todo, que, al ir hacia ellos, no les parezcamos como una especie de competidores”. “Debemos ser en medio de ellos testigos pacíficos del Todopoderoso, hombres sin avaricias y sin desprecios, capaces de hacerse realmente sus amigos”, remarcó Omella, que alertó del riesgo de dogmatismos catequizantes: “El primer anuncio no es dar una lección para dormir al otro, sino sacudir el corazón”.
Alerta latente
Tras el pistoletazo de salida, se repasó el camino andado desde el Congreso Nacional de Laicos prepandémico de 2020. Luego, se multiplicaron los talleres y foros de reflexión hasta el domingo, marcado por dos alocuciones que parecían señalar el devenir del apostolado seglar en los próximos años: la homilía del cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo, y la síntesis final del encuentro.
No se fue por las ramas el purpurado en la misa de envío. Es más, verbalizó en su mensaje una alerta latente, de la que se habla tanto en los pasillos de una parroquia y de un obispado como en los corrillos informales que se generaban en el propio encuentro nacional, lo mismo en el comedor que a las puertas del salón de actos. El cardenal Cobo habló de “la tentación del éxito inmediato”. A saber: “En el contexto del primer anuncio puede aparecer cuando damos excesiva prioridad a la dimensión emocional, cuando descuidamos el acompañamiento personal, o cuando nos encerramos en métodos, grupos o experiencias y olvidamos la dimensión eclesial o la misma misión”.
Con estas palabras, Cobo ponía sobre la mesa compartida esas iniciativas de conversión exprés, en algunos casos de importación y de origen evangélico, que se han multiplicado en estos últimos años. Son los retiros Emaús o Effetá de fin de semana, o las llamadas Cenas Alpha, que amplían sus planes de conquista unas semanas más. Hasta la fecha, desde la Conferencia Episcopal Española ni se han avalado ni se han cuestionado estas propuestas. Mientras, siguen extendiéndose a la luz de unos resultados numéricos que se intuyen, pero sin cifras oficiales.
Medio y largo plazo
Sin embargo, resulta significativo que ninguna de estas vías de conversión haya contado con escaparate alguno en el Encuentro de Laicos. “Estos métodos, que valoro positivamente, no aparecen explícitamente porque hemos preferido poner la atención en proyectos e itinerarios de acompañamiento a medio y largo plazo”, despejó la pregunta de ‘Vida Nueva’ al respecto el sacerdote Luis Manuel Romero, director del secretariado de la Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida.
Cobo, en su homilía, evitó circunloquios, al advertir de que estas experiencias pueden “suplantar el ritmo que pone el Espíritu Santo, que es el protagonista de la evangelización”. Con el evangelio de las tentaciones de Cristo en el desierto, el cardenal también abordó cómo “el demonio sigue presente, y se empeña en frenar la acción del Evangelio dividiendo, engañando y separando el corazón de la humanidad o la misma comunidad”, dejó caer. De hecho, verbalizó su preocupación por “la tentación de la confrontación, tanto interna como externa” que llega a convertirse en “violenta”, no solo en la sociedad, sino “internamente en la Iglesia”. Como medicina, presentó la escucha y el diálogo. De la misma manera, sentenció que la Iglesia no se configura “por el interés o la ideología”.
El arzobispo de Madrid expuso que el primer anuncio “no es ir a nuestras estructuras ni llenar nuestras iglesias, sino que la dirección primera es el otro, su sed, su necesidad”. No se olvidó tampoco de los pobres, invisibles y excluidos por “la tentación del descarte”. “A veces nos olvidamos de ellos en nuestras planificaciones, en nuestros diseños evangelizadores o misioneros”, apostilló, con un recado final: “No podemos hacer una evangelización de primera y otra de segunda”.