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Phyllis Zagano: “En el Sínodo no es suficiente con ensanchar la tienda, sino la manera de pensar”

  • La teóloga participa del curso global  ‘Hacia una Iglesia constitutivamente sinodal’ que comenzará este 2 de marzo y explica porqué sí es viable el diaconado femenino
  • La estadounidense asegura que el hecho de que 54 mujeres, tanto seculares como religiosas, estuvieran entre los 365 miembros votantes es un “paso adelante”





Nadie mejor que Phyllis Zagano para conversar sobre el protagonismo de las mujeres en la Iglesia. Ella ha sabido apartar el trigo de la cizaña en cuanto al diaconado femenino, un tema espinoso e innegociable para los defensores de la tradición (machista).



Esta académica neoyorkina, por más de 40 años, ha construido una sólida fundamentación histórica para explicar por qué las mujeres deben acceder a este ministerio. De hecho, formó parte de la Comisión Pontificia para el estudio del diaconado femenino entre 2016-2018.

Ha escrito ampliamente sobre mujeres e Iglesia y su más reciente libro se llama Iglesia justa: enseñanza social católica, sinodalidad y mujeres, editado por Paulist Press en 2023. Tiene un puesto de investigación en la Universidad de Hofstra de Nueva York.

Este 2 de marzo profundizará en esta cuestión del diaconado femenino en el curso global ‘Hacia una Iglesia constitutivamente sinodal’, organizado por instancias eclesiales del mundo y las inscripciones aún continúan abiertas. En conversación con Vida Nueva aseguró que “dos tipos de objeciones sobre el diaconado de mujeres”. Ella los desmonta y contra-argumenta.

Un paso adelante

PREGUNTA.- ¿Cómo pondera la primera fase del Sínodo 2021-2024, en especial, la participación de las mujeres?

RESPUESTA.- La primera mujer que ocupó un puesto significativo en la Curia fue la laica australiana Rosemary Goldie (1916-2010), que fue subsecretaria del entonces experimental Consejo Pontificio para los Laicos de 1967 a 1976.

En sus memorias, Goldie escribió que esta ‘primera tímida apertura de la Curia a los laicos, e incluso a las mujeres, requirió nada menos que un Concilio Ecuménico’. A pesar del aparente apoyo del Papa Pablo VI a las mujeres en la Curia, cuando el Consejo se volvió permanente, se nombró a un sacerdote como subsecretario. La señora Goldie permaneció en Roma como profesora en la Universidad de Letrán hasta su jubilación.

Mientras que el Concilio Vaticano II celebró sus dos primeras sesiones sólo con auditores laicos varones (Goldie se unió a otras 20 mujeres como auditoras en las dos últimas sesiones), hoy vemos que el Sínodo de los Obispos se ha transformado en un Sínodo de toda la Iglesia.

El hecho de que 54 mujeres, tanto seculares como religiosas, estuvieran entre los 365 miembros votantes de la reunión del Sínodo demuestra el progreso de la Iglesia en el reconocimiento de las capacidades y la importancia de las mujeres.

Desde fuera, la reunión del Sínodo pareciera ser una reunión colegiada de personas con ideas afines (hombres y mujeres de diversos estados de vida), todos dispuestos a ayudar en la edificación de la Iglesia.

La participación de las mujeres en la reunión de Roma del 4 al 29 de octubre de 2023 tuvo como referencia etapas anteriores del Sínodo, desde las reuniones iniciales de las conferencias diocesanas y episcopales, pasando por las consultas de la etapa continental, hasta el proceso de postulación de representantes continentales para la reunión de Roma.

Se pidió a las conferencias episcopales de la etapa continental del proceso que nombraran veinte posibles participantes, la mitad de estos, mujeres, de las cuales diez fueron nombradas madres sinodales. La participación de las mujeres en el Sínodo de Roma [sobre la sinodalidad 2021-2024] marca un importante paso adelante.

El hecho de que 54 mujeres, tanto seculares como religiosas, estuvieran entre los 365 miembros votantes de la reunión del Sínodo demuestra el progreso de la Iglesia

Conocimiento desigual

P.- El diaconado permanente de las mujeres es un tema “sensible” para muchos en la Iglesia, especialmente en la jerarquía, ¿cree que pueda prosperar?

R.- La restauración de las mujeres al diaconado ordenado reconoce el pasado, el presente y el futuro. El Informe de Síntesis del Sínodo [primera fase], titulado ‘Una Iglesia sinodal en misión’, presentó la discusión sobre las mujeres diáconos de la siguiente manera: “Se han expresado diferentes posiciones respecto del acceso de las mujeres al ministerio diaconal. Para algunos, este paso sería inaceptable porque lo consideran una discontinuidad con la Tradición. Para otros, sin embargo, abrir el acceso de las mujeres al diaconado restauraría la práctica de la Iglesia primitiva. Otros aún la perciben como una respuesta adecuada y necesaria a los signos de los tiempos, fiel a la Tradición, y que encontrará eco en el corazón de muchos que buscan nueva energía y vitalidad en la Iglesia. Algunos expresan preocupación porque la solicitud habla de una preocupante confusión antropológica que, de ser concedida, casaría a la Iglesia con el espíritu de la época” (Informe, n. 9).

El Informe de Síntesis demuestra el conocimiento desigual del diaconado y de la participación de las mujeres en él. Es importante recordar que no todos los miembros del Sínodo son teólogos o historiadores, y no todos provienen de culturas que respetan la igualdad bautismal de las mujeres.

Para ser justos, el Informe de Síntesis propuso que: “Es necesario continuar la investigación teológica y pastoral sobre el acceso de la mujer al diaconado, aprovechando los resultados de las comisiones especialmente creadas por el Santo Padre y las investigaciones teológicas, históricas y exegéticas ya realizadas. De ser posible, los resultados de esta investigación deberían presentarse en el próximo período de sesiones de la Asamblea” (Informe, n.9).

El punto más importante de la propuesta del Sínodo es la solicitud de que la investigación ‘ya realizada’ se incluya en la presentación a la reunión del Sínodo de octubre de 2024. La discusión seguirá adelante. Que prospere o no dependerá de si los hechos sean factibles o si se ponen en oración.

Ensanchar la manera de pensar

P.- En el informe de síntesis se habla que durante este año una comisión de teólogos profundizará sobre el tema del diaconado femenino, ¿qué opina sobre ello? ¿Habrá sitio en la tienda?

R.- Desde el Concilio Vaticano II, la cuestión de la restauración de las mujeres al diaconado ordenado ha sido estudiada por cinco organismos diferentes del Vaticano: tres veces por subcomisiones de la Comisión Teológica Internacional (1971-73; 1992-1997; 1997-2002) y dos veces por Comisiones pontificias (2016-2018; 2021-2022). Es muy posible que para estos estudios se revisaran los mismos temas y se sacaran las mismas conclusiones.

Un nuevo grupo de teólogos que analice el tema puede llegar a él con los prejuicios evidenciados en el Informe de Síntesis. Antes de revisar cualquier material, algunos creen que ordenar mujeres como diáconos restaura la práctica de la Iglesia. Algunos creen que ordenar mujeres como diáconos es una ruptura con la tradición.

Asimismo, algunos creen que el reconocimiento de la igualdad bautismal de las mujeres aportará nueva energía a la misión de la Iglesia. Algunos creen que ordenar mujeres como diáconos muestra, como lo llama el Informe de Síntesis, ‘confusión antropológica’.

El desafío del Sínodo a sus participantes, de hecho a toda la Iglesia, es “ensanchar el espacio de vuestra tienda” (Isaías 54:2). De hecho, ese es el título del Documento de trabajo del escenario continental: “Ensancha el espacio de tu tienda”.

Sin embargo, no es solo la ‘tienda’ – el espacio para que la gente participe – lo que debe ensancharse. Lo que debe ensancharse es la manera de pensar que restringe a ciertas personas a ciertas posiciones y funciones dentro del gobierno y ministerio de la Iglesia, a pesar de los hechos de la historia, la teología y la antropología.

Ginofobia y misoginia

P.- Aún con toda la evidencia histórica sobre el diaconado femenino, ¿por que hay resistencias?

R.- La resistencia a restaurar a las mujeres al diaconado ordenado proviene de la negativa a aceptar los hechos históricos de sus ministerios, la sacramentalidad de las liturgias utilizadas para ordenar a las mujeres, la distinción entre el diaconado y el sacerdocio, y la igualdad bautismal de las mujeres con los hombres.

Por lo tanto, hay dos tipos de objeciones a la evidencia histórica de mujeres ordenadas como diáconos: 1) las mujeres con diaconado no realizaban las mismas tareas y deberes que los diáconos varones; 2) las mujeres con diaconado solo eran ‘bendecidas’, no ordenadas.

Además, hay dos tipos de objeciones teológicas/antropológicas a la ordenación de mujeres como diáconos: 1) la ‘unicidad de las órdenes’, que sostiene que debido a que las mujeres no pueden ser ordenadas en el sacerdocio, tampoco pueden ser ordenadas en el diaconado; 2) el ‘argumento icónico’, que afirma que las mujeres no pueden representar a Cristo.

Los estudiosos han respondido muchas veces a las objeciones. Las mujeres con diaconado desempeñaban las tareas y deberes que les asignaban sus obispos, y no en todas las épocas y lugares tenían las mismas necesidades. Fueron ordenadas a menudo con las mismas liturgias utilizadas para ordenar diáconos varones, que cumplen con los criterios establecidos por el Concilio de Trento para la ordenación sacramental.

El sacramento del Orden Sagrado está claramente definido. El diaconado no es el sacerdocio y la ordenación diaconal no implica elegibilidad para la ordenación sacerdotal. En cuanto a la capacidad de las mujeres de ‘imaginar’ al Señor Resucitado, hay que reconocer que la igualdad bautismal no significa que hombres y mujeres sean iguales. Significa que son iguales ante los ojos de Dios.

Detrás de muchas y, posiblemente, de todas estas objeciones se encuentran tabúes heredados del mundo antiguo sobre la ‘inmundicia’ de las mujeres. En el siglo V, el Papa Gelasio I se quejó de que las mujeres (presumiblemente diaconisas) servían en el altar, y en el siglo XIV, la mayor parte del servicio del altar femenino era sólo un recuerdo.

Sin embargo, ese recuerdo fue evocado por el monje Mateo Blastares, quien atribuyó la prohibición de que las mujeres acudieran al altar por la superstición sobre la menstruación. Sólo la ginofobia y la misoginia contribuyen hoy a tales objeciones.

El diaconado no es el sacerdocio y la ordenación diaconal no implica elegibilidad para la ordenación sacerdotal

Reconfigurar los seminarios

P.- ¿En qué contribuye la presencia de las mujeres como formadoras en los seminarios para desmontar estos prejuicios?

R.- La formación en los seminarios, solicitada por el Concilio de Trento, ha evolucionado de manera diferente en las diferentes culturas a lo largo de los siglos. El desafortunado punto común de demasiados programas de formación es un tipo de secuestro monástico de los candidatos a sacerdotes, combinado con una temprana (y no oficial) clericalización.

Los seminaristas se visten con atuendos clericales mucho antes de convertirse en clérigos, y se incorporan a una sociedad exclusivamente masculina antes de que aprendan a relacionarse como adultos con cualquier persona ajena a esa sociedad.

Incluir a las mujeres como formadoras es un paso hacia la normalidad, pero la Iglesia necesita reconocer que el cerebro de los hombres jóvenes no está completamente desarrollado hasta que tienen veintitantos años. Por lo tanto, restringir a los jóvenes seminaristas de la sociedad normal y luego ordenarlos antes de que sean completamente maduros es un crimen impuesto a toda la Iglesia.

El Informe del Sínodo propone que las mujeres también deberían integrarse en la enseñanza del seminario y en los programas de capacitación para fomentar una mejor formación para el ministerio ordenado y recomienda específicamente: “La formación de los ministros ordenados debe diseñarse de manera coherente con una Iglesia sinodal en los diferentes contextos locales. Antes de emprender caminos específicos, los candidatos deben tener una experiencia significativa, aunque inicial, de vida en una comunidad cristiana. La formación no debe crear un ambiente artificial separado de la vida ordinaria de los fieles” (n.14).

Por lo tanto, reconociendo los hechos y los peligros de la formación exclusivamente masculina de hombres inmaduros en el seminario, la Iglesia puede y debe actuar para reconfigurar la formación en el seminario, comenzando con la inclusión de más mujeres como profesoras y directoras espirituales y, especialmente, en los comités que se reúnen para recomendar seminaristas individuales para su instalación como lector y acólito, para su ordenación como diácono y para su ordenación como sacerdote.

Foto: Salt + Light Media

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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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