Entrevistas

Santos Urías: “El verdadero evangelio es querer y ser querido”





La muerte en el verano de 2022 de su madre, Carmen (“nuestra Carmela”), dejaba en la memoria y en el corazón de Santos Urías Ibáñez un sinfín de vivencias compartidas en familia que el sacerdote madrileño ha querido plasmar por escrito. Con exquisita sensibilidad, tomando prestado ‘El lenguaje de las estaciones’ que da título a su nuevo libro, el párroco de San Millán y San Cayetano nos regala sus ‘Palabras para un duelo’ (CCS), un ejercicio –mitad “autobiográfico”, mitad “terapéutico”– para aprender que las situaciones más dolorosas son también una oportunidad de “recrearte” y “sacar tu mejor versión”.



PREGUNTA.- Detrás de cada libro late un sueño; a menudo, también una necesidad. ¿Cuál ha sido la suya? ¿Recordar, agradecer, sanar…?

RESPUESTA.- Un poco de todo. La vida se entremezcla y, releyendo momentos, brotan múltiples sentimientos… y también la poesía. Nace el agradecimiento, el dolor, la sed de sanación… Te das cuenta de que es muy necesario dejar que las emociones tengan su espacio y aprender del mayor maestro: el tiempo. El tiempo te va ofreciendo claves para cambiar, aceptar, crecer, creer…

Sabiduría esencial

P.- Si la sabiduría consiste en “aprender a escuchar la vida”, ¿podría decir que, después de todo lo vivido con su madre, es algo más sabio?

R.- Sin duda. Hay una sabiduría esencial que no se aprende en las escuelas ni en las universidades; es aquella que nace de los espacios compartidos, de las personas, de los silencios, de lenguajes con nombre propio y con sabor a dolor, a ternura y a risas. Hemos aprendido muchas cosas: a valorar los buenos momentos; a mirar cara a cara al sufrimiento, las pérdidas; a no tener reservas para expresar un “te quiero”.

P.- Las madres son “evangelio vivo”. ¿Cómo era el de Carmen?

R.- Mi madre era una mujer sencilla, vitalista, cabezota, divertida, cariñosa, entregada, lúcida y fiel. Quiso mucho y fue muy querida: ese es el verdadero evangelio. Nada extraordinario y, sin embargo, todo extraordinario. Muchas madres encarnan ese amor generoso, gratuito.

Memoria viva

P.- Confiesa que su madre supo “reinventarse sin olvidar”. ¿Ocurre algo parecido en el duelo?

R.- Sí, es una buena manera de expresarlo. Dejar que las estaciones de la vida hablen, te recreen, te den herramientas para sacar tu mejor versión: la primavera, el verano, el otoño y el invierno. Interpretar sus señales, despertar los sentidos, percibir un poquito más allá. El duelo es memoria viva, cada uno lo experimentamos con nuestra mochila, pero también con la capacidad de hacer de estas situaciones una oportunidad. (…)

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