El pasado 15 de noviembre, la Congregación para la Doctrina de la Fe recordó su posición previa, adoptada en 1983 (siendo prefecto Joseph Ratzinger), y recalcó públicamente que “la pertenencia activa a la masonería por parte de un fiel está prohibida, debido a la irreconciliabilidad entre la doctrina católica y la masonería”.
Sin embargo, tres meses después, la puerta pareció entreabrirse ligeramente con un significativo encuentro, este 16 de febrero en Milán, al organizar la Fundación Cultural Ambrosianum un coloquio titulado ‘Iglesia católica y masonería’. Y es que se trató de un diálogo al máximo nivel y en el que establecieron un diálogo abierto el arzobispo de Milán, Mario Delpini, y el gran maestro del Gran Oriente Italiano, Stefano Bisi. Por parte católica, además de Delpini, estuvieron presentes en el acto el cardenal Francesco Coccopalmerio, presidente emérito el Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, y el presidente de la Pontificia Academia de Teología, Antonio Staglianò,
Con todo, apenas 10 días después, este lunes 26, la puerta parece haberse vuelto a cerrar con fuerza. Y precisamente por parte del propio Staglianò, que, lejos de validar un acercamiento con su presencia en el coloquio, ha dialogado con ‘Vatican News’, el portal oficial de la Santa Sede, y ha afirmado que “la masonería es una herejía que se alinea fundamentalmente con la herejía arriana”.
“Al fin y al cabo –ha recalcado–, fue precisamente Arrio quien imaginó que Jesús era un Gran Arquitecto del Universo, negando la divinidad de Cristo. Por eso el Concilio de Nicea, del que pronto celebraremos los 1.700 años, afirma con fuerza la verdad sobre Jesús, que es engendrado y no creado, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero”.
De este modo, puesto que para la masonería el máximo ideal es el “Gran Arquitecto del Universo” y no el Dios encarnado en el hombre, estamos ante “una idea que es fruto del razonamiento humano, que trata de imaginar un dios, mientras que el Dios de los católicos es fruto de la misma revelación de Dios en Cristo Jesús. En esencia, es fruto de un acontecimiento histórico en el que Dios se hizo carne, se acercó a los hombres, habló a todos los seres humanos y los destinó a su salvación”.
Para Staglianò, en consecuencia, ni siquiera la noción de la “fraternidad”, que es la base de la masonería, une a esta con la cristiana. Y es que, mientras la que se testimonia en la Iglesia “se establece sobre el sacramento del amor de Dios en Jesús, sobre la Eucaristía”, la que se vive en las logias gira exclusivamente en torno a “la idea genérica de ser hermanos”.
En definitiva, “la caridad cristiana no tiene nada que ver con la filantropía masónica”, ya que se nutre del “acontecimiento histórico de un Dios que murió y resucitó por nosotros” y “pide a sus hijos que no sean meramente filantrópicos, sino que sean, finalmente, crucificados por amor”.
Pero, más allá de estas marcadas diferencias doctrinales, para el representante eclesial acertó Doctrina de la Fe al recordar la irreconciliabilidad entre la doctrina católica y la masonería. Y es que “en el seno de la masonería se desarrollan tramas de poder oculto que están en contradicción con la acción cristiana”.
Ante tan “profundas contradicciones”, otra especialmente grave es “el esoterismo que impregna las enseñanzas masónicas”, lamentando que, en las logias, según el grado en el que se encuentren los iniciados, haya diferencias en cuanto al conocimiento adquirido. Justamente, lo contrario de lo que se vive “en el catolicismo”, en el que “los Evangelios nos dicen que el Misterio escondido a lo largo de los siglos no deja de ser Misterio, sino que deja de estar escondido. Porque el Misterio escondido a lo largo de los siglos ha sido revelado”.
Hasta ahora, no ha trascendido nada de lo expuesto en el diálogo de Milán por parte de los representantes eclesiales. Comprobada ya la posición crítica de Staglianò, no se conoce el sentido en el que se manifestaron Delpini o Coccopalmerio. Mientras que sí es público el discurso de Stefano Bisi, difundido en la web del Gran Oriente Italiano.
En él, el gran maestro contó que se inició en la masonería hace más de cuatro décadas, recalcando que debe buena parte de su formación académica al apoyo de diversos sacerdotes y que, en ocasiones en las que le aturde el “ruido” del día a día, entra en iglesias para encontrar “silencio” y “meditación”.
Puesto que “me apasiona el tema desde hace mucho tiempo”, Bisi miró frente a frente a Delpini y fue franco: “Me gustaría que el prelado, el hombre de Iglesia que tengo delante, no me tuviera miedo, y me gustaría no tenerle miedo a él. Y me alegra estar hoy aquí porque significa que se ha avanzado por el camino del conocimiento y el respeto”.
Por lo mismo, dijo esperar “que los participantes en este seminario no acaben en la picota mediática, como les ocurrió a dos obispos, de Arezzo y Terni, que participaron en iniciativas públicas del Gran Oriente de Italia” y a los que ese gesto conciliador les conllevó un alud de críticas internas.
Haciendo un repaso histórico, Bisi reiteró que, “a lo largo de sus más de 300 años de vida”, la masonería ha sido “calumniada y temida” por distintos regímenes políticos, pero también “por la Iglesia católica, que veía en ella un competidor potencial en la espiritualización y elevación del hombre”.
Una “larga historia que comienza en 1738”, cuando el papa Clemente XII, en la bula ‘In Eminenti’, proclamó la excomunión de todos los católicos que pertenecieran a logias masónicas, y que, “con altibajos, entre pseudotolerancias y pequeños atisbos de esperanza, ha continuado hasta hoy sin que jamás se haya traducido en una oportunidad deseable y verdadera de cambiar el rumbo de la Historia, abriendo las puertas de un diálogo constructivo y poner fin a esa excomunión” que “todavía se cierne sobre millones de masones repartidos por todo el mundo” y que a su vez son católicos.
Un paréntesis lo puso en 2016 el cardenal Gianfranco Ravasi, entonces prefecto vaticano de Cultura, y quien invitó a los masones a un “diálogo” sincero. Entonces, el propio Bisi escribió al purpurado y le reiteró que “no se pueden ignorar los puntos de contacto entre la masonería y la Iglesia, que encuentran valores comunes en la dimensión comunitaria, en la dignidad humana, en la lucha contra el materialismo, en la caridad. En esto podemos tener una discusión abierta y libre, manteniendo las diferencias, pero reduciendo las distancias”.
Pese a todo, “en aquel momento, ciertamente, no faltaron las críticas al cardenal y no hubo mayor desarrollo del diálogo”. Y eso que, en realidad, este acercamiento ya se había producido mucho antes: “Ya en los años 60, durante el pontificado de Pablo VI, se iniciaron contactos entre un grupo de sacerdotes, como Rosario Esposito y Giovanni Caprile, y el obispo de Livorno, Ablondi, y los líderes del Gran Oriente de Italia, para entenderse. Siguieron numerosas reuniones, pero la muerte de Pablo VI interrumpió el diálogo”.
En “los tiempos actuales”, tanto con Benedicto XVI como con Francisco “no hubo ningún intento significativo de apertura”. Algo que Bisi lamentó especialmente en el caso de Bergoglio, “que hizo la famosa declaración, ‘¿quién soy yo para juzgar?’, al inicio de su pontificado, dirigida a los homosexuales, y luego abrió las puertas a los divorciados, pero olvidó que entre los masones también hay muchos católicos a los que se les impide recibir la comunión”.
En este sentido, para el representante masónico, la propuesta es “partir de lo que afirmaron el padre José Ferrer Benimeli y el padre Giovanni Caprile: desear, animar, intentar, conducir el diálogo con prudencia, no significa traicionar la fe católica, ni abrir las puertas a presuntos enemigos, ni ceder a ideas irrefutables. Implica solo la búsqueda paciente de puntos comunes de entendimiento, el deseo de intercambiar los bienes reales que posee cada uno, la tensión para que la verdad (sin ningún adjetivo posesivo) prevalezca, la búsqueda de la unión para el bien de todos”.
Por su parte, en las logias “dejamos a nuestros hermanos la libertad de adherirse a cualquier religión y practicarla. Las verdades absolutas y los muros de la mente no nos pertenecen y deben ser derribados por nosotros. En cuanto al temido peligro para la Iglesia de exponerse a un diálogo peligroso con los masones porque va contra la fe, añado que no creo en lo más mínimo que esta tesis pueda llevar a consecuencias tan extremas. La reconciliación, por el contrario, si está bien arraigada e iluminada por la razón, solo puede fortalecerla”.
“Nuestras puertas están perpetuamente abiertas”, zanjó un Bisi que soñó en alto: “Mi deseo (que es también una esperanza) es que, un día, un papa y un gran maestre puedan encontrarse y recorrer juntos un tramo del camino, a la luz del sol. Me viene a decir a la luz del Gran Arquitecto del universo”.