El papa Francisco ha presidido hoy la audiencia general de los miércoles, aunque ha evitado leer la catequesis para no forzar la voz, pues persiste su estado gripal. Filippo Ciampanelli, oficial de la Secretaría de Estado, ha sido el encargado de continuar con el ciclo sobre los vicios y las virtudes.
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“En la catequesis de hoy examinamos la envidia y la vanagloria, dos vicios capitales propios de las personas que buscan ser el centro del mundo y de todos los elogios”, ha comenzado diciendo el sacerdote.
Según el texto preparado para el Pontífice, “la envidia aparece ya desde las primeras páginas de la Biblia. Cuando leemos el relato de Caín y Abel vemos que, movido por la envidia, Caín llegó incluso a matar a su hermano menor”. Y es que “el envidioso busca el mal del otro, no solo por odio, sino que en realidad desearía ser como él. En la base de este vicio está la idea falsa de que Dios debe actuar según la lógica mundana, sin embargo, la lógica divina es el amor y la gratuidad”, ha añadido.
Para Jorge Mario Bergoglio, “el rostro del envidioso siempre está triste: su mirada está baja, parece escudriñar continuamente el suelo, pero en realidad no ve nada, porque la mente está envuelta por pensamientos llenos de malicia”.
La vanagloria, por su parte, “se manifiesta como una autoestima desmesurada y sin fundamentos. El que se vanagloria —el vanidoso, el engreído— es egocéntrico y reclama atención constantemente. En sus relaciones con los demás no tiene empatía ni los considera como iguales. Tiende a instrumentalizar todo y a todos para conseguir lo que ambiciona”, ha señalado el Papa aludiendo a esa nueva religión del ‘yoísmo’, seguida por tantas personas e, incluso, católicos.
Burkina Faso y Haití
Por otro lado, en su saludo a los peregrinos de lengua española, Francisco ha tomado la palabra para dar un consejo: “Nos vendría bien en esta Cuaresma meditar con frecuencia las ‘Letanías de la humildad’ del cardenal Merry del Val, para combatir los vicios que nos alejan de la vida en Cristo”.
Al término de la audiencia, Francisco ha pedido no olvidar a “los pueblos que sufren a causa de la guerra: Ucrania, Palestina, Israel y muchos otros”. “Y oramos por las víctimas de los recientes ataques a lugares de culto en Burkina Faso; así como para la población de Haití, donde continúan los crímenes y secuestros por parte de bandas armadas”, ha añadido.
Por otro lado, coincidiendo con el 25º aniversario de la entrada en vigor de la Convención sobre la prohibición de las minas antipersonas -que tendrá lugar el próximo 1 de marzo-, Francisco ha lamentado que estas “siguen teniendo como objetivo a civiles inocentes, en particular niños, incluso muchos años después del fin de las hostilidades”.
“Expreso mi cercanía a las numerosas víctimas de estos tortuosos dispositivos, que nos recuerdan la dramática crueldad de las guerras y el precio que las poblaciones civiles se ven obligadas a soportar. En este sentido, agradezco a todos aquellos que ofrecen su contribución para asistir a las víctimas y limpiar las áreas contaminadas. Su trabajo es una respuesta concreta al llamado universal a ser hacedores de paz, cuidando de nuestros hermanos y hermanas”, ha subrayado.